Estoy Aquí

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— No tengo miedo. Solo déjame.

Con la mano en su pecho, lo alejó de su cuerpo. Estaba algo perjudicada por el alcohol que había consumido, por lo que sus defensas eran bajas. El hombre trató de acercarse, pero en el mismo estado que ella, tropezó. Viendo esa acción como la oportunidad perfecta, Chiara aprovechó el momento para escaparse rápidamente, alejándose de la entrada.

Corrió como pudo, sus piernas dolían y sus pulmones eran incapaces de seguirle el ritmo. La adrenalina la impulsaba, pero el cansancio y el alcohol en su sistema la hacían tambalearse. Sentía cómo su corazón latía desbocado en su pecho, mientras buscaba un lugar seguro donde esconderse. 

Paró cerca de una farola, tomando un momento para respirar. Miró a un lado y a otro, no había nadie. Suspiró de alivio, estaba a salvo. Intentó reconocer el lugar, buscando el camino correcto para volver a la discoteca sin tomar el mismo. 

— Cariño, no te sirve correr si no sabes esconderte —su voz sonó tras ella, sobresaltándola.

La agarró del brazo y la acercó a él entre forcejos. Inclinó su cabeza hacia abajo, comenzando a devorar su cuello. Chiara utilizaba toda su fuerza para deshacerse de él, pero el alcohol la había debilitado. Sentía su aliento caliente en la piel mientras él la sujetaba con firmeza. El miedo se mezclaba con la desesperación, nublando sus pensamientos. Intentaba gritar, pero su voz se ahogaba en la oscuridad de la noche.

De repente, se escuchó el sonido de un coche acercándose y frenando bruscamente. Las luces del vehículo iluminaron la escena, llamando la atención del agresor, quien se distrajo momentáneamente. Aprovechando el instante de desconcierto, Chiara reunió todas sus fuerzas y se liberó de su agarre, corriendo lo más rápido que podía.

Miró hacia atrás para asegurarse de que no la seguía, pero él estaba demasiado ocupado maldiciendo y tratando de evitar la atención del coche. Chiara siguió corriendo hasta que llegó a una zona arbolada cercana a un parque. Se adentró entre los árboles y arbustos, queriendo desaparecer del radar de aquel hombre.

Se movía con dificultad entre la vegetación, pero la adrenalina le daba fuerzas para seguir adelante. Encontró un lugar lo suficientemente denso para esconderse y se agachó, tratando de controlar su respiración y calmarse. Escuchaba atentamente cualquier sonido que pudiera indicar que su perseguidor la había seguido, pero todo lo que oía era el ruido distante del tráfico y el murmullo del viento entre las hojas.

Mientras la menorquina, escondida, esperaba a estar segura de que estaba a salvo, la motrileña veía la televisión, tratando de no dormirse. Julia se encontraba en la habitación, su encuentro después de lo sucedido había sido muy tenso. Cenaron en silencio, dedicándose miradas pero sin atreverse a romper el hielo. Cuando la rubia anunció que se iba a acostar, la pelirroja respondió con un simple "vale" y el ambiente quedó impregnado de una tensión palpable.

El sonido del tono de llamada de su móvil la hizo brincar. Violeta miró la pantalla y vio el nombre de Ruslana. Contestó rápidamente, con la esperanza de recibir noticias sobre la llegada de la medio inglesa.

— ¿Si? —dijo, bajando el volumen de la televisión para poder escucharla.

— Vio, ¿está Kiki ya en casa? —su pregunta provocó que se preocupara, ¿cómo ella no iba a saber si estaba en casa?—. Le dije que me avisara, pero no me ha dicho nada. 

"Por favor, cuídamela" recordó lo que le dijo aquel día en el taller. Ruslana confiaba en ella para el bienestar de Chiara, y ahora la situación la ponía en una encrucijada.

— Sí, Rus, Chiara está en casa. Se habrá olvidado de avisarte —respondió, decidiendo mentir para tranquilizar a su amiga.

— Menos mal —suspiró Ruslana aliviada—. Gracias, Vio. Me tenía preocupada.

Los Secretos de Graná | KIVIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora