Abrazos gratis, tengo el corazón roto.

Capítulo 22

No todos los días son buenos, a veces me da coraje pensar en todo lo que hizo Marisol y cómo sus acciones tocaron mis heridas. Sé lo difícil que es comprender lo que dijo aquella terapeuta del video y no siempre es fácil justificar a las personas que tanto daño nos hicieron solo porque aquello era positivo para nuestro crecimiento personal. A veces exploto, a veces maldigo haber conocido a Marisol, me miro al espejo y veo los muchos años que he pasado sufriendo y pensando en su abandono, me recrimino a mí mismo por perder el tiempo, por no saber avanzar y por empezar a dejarla ir justo cuando mi vida está por terminar. Hay un viejo dicho que dice "Bendita ignorancia". Dicen que mientras menos sepas acerca de cualquier cosa, estás más en paz. Por ejemplo, si no supiéramos que algunos alimentos enferman nuestro cuerpo, los comeríamos sin culpa alguna; obviamente, algún día nos cobrarán factura y terminaremos enfermos y obesos, pero al menos nunca lo supimos. Es por eso que a veces quisiera no haber escuchado a aquella terapeuta, que mi vida nunca hubiera cambiado, que jamás me hubiera cuestionado mi amor por ella y simplemente continuara con mi absurda vida esperando su regreso. Ojalá no tuviéramos que enfrentar nuestros fantasmas. Quisiera que la vida fuera como cuando era niño, sentirse seguro de tener miedo y que nadie me obligue a tener que ser valiente. Quiero volver a amar sin condiciones, sin la voz adulta de mi mente alertando de todo aquello que puede salir mal. Quisiera poder abrazar a mamá, fundirme en sus brazos y sentirme seguro, puesto que aunque soy un viejo de 70 años, ella siempre será mi madre, mi lugar seguro y mi paz. Hoy camino solo por este mundo, soy un viejo afortunado que ha sido bendecido por la suerte, un hombre que ha tenido que cambiar su rutina en menos de un año y que se ha enfrentado a sí mismo y a su dolor, venciendo la ignorancia y cuestionando lo que siempre pensó que él era.

El dolor,

es el precio que se paga por amar.