Prólogo

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Cuando supe que quedarme en un lugar donde no se me quería no era buena idea, ya era demasiado tarde. De mis ojos brotaron lágrimas que no tardaron en mojar todo mi rostro. Sus miradas eran, sin ningún tipo de duda, la mayor traición que mis ojos jamás podrían presenciar.
El golpe bajo de saber que nadie es lo que dice ser duele, pero la demostración del mismo quema en las entrañas, haciendo que queden cenizas de las cuales un fénix no volvería a surgir. Siempre dicen que perder a alguien es muy doloroso, pero, ¿cómo se siente cuando no pierdes a nadie porque nunca fueron tuyos? ¿Cómo se siente no sentir que te pierdes a ti misma porque nunca pudiste tomar el rumbo de tu vida? ¿Cómo puedes alejarte de los que alguna vez te juraron lealtad? El castigo debería ser para todos ellos que alguna vez me hicieron daño, sin embargo, soy yo la que paga cada herida que me causaron.

Ha pasado una semana desde que mi corazón recibió la bala de una pistola que no debió haber disparado, pero sin esa bala que atravesó todo mi cuerpo hasta dejarme sin aliento, nunca me hubiera enterado de la realidad, de la hipocresía que me rodeaba desde hacía ya un año, de todas las mentiras que me tragaba como si yo fuera un ratón y de queso se trataran. Hoy hace una semana que mi corazón se rompió sin saber si algún día podría repararlo, pero estoy segura que nadie más volverá a hurgar en él.

Prometo y juro amarme, aceptarme, consolarme, y darme la oportunidad de recorrer el camino de la felicidad que mi ser no pudo descubrir. Juro que haré que cada parte de mi, quede reparada. Conseguiré encontrarme, conseguiré ser amada, conseguiré todo lo que me proponga porque así lo he decidido.

Anécdotas de un amor contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora