Capítulo 3

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Laila


Despierto por la mañana y voy a la cocina a hacer algo para desayunar. Preparo unas tostadas y les añado mermelada de fresa. Cuando Diego aparece sonríe.

—Al final voy a echarte de menos cuando te vayas.—Dice con diversión. Me hace sonreír a mi también.

Desayunamos juntos mientras charlamos un poco de las actividades que haríamos en el día. Se me viene a la cabeza una charla que me echó Lucas antes de irme. Me dijo que si quería recuperarme tendría que mantener la cabeza algo ocupada, y además, así hacer algo de provecho.

—Necesito que me ayudes a encontrar trabajo.—Le digo con suavidad.
—¿Te crees que soy infojobs?—Me pregunta divertido.—Veré lo que puedo hacer.

—Gracias.—Le sonrío y subo a cambiarme. Bajo y salimos a dar una vuelta.

Recorremos las calles peatonales de La Laguna, no sin sentarme de vez en cuando a descansar.
Tras un rato en coche. Diego decide llevarme a casa de un amigo suyo.

—¿Para qué me haces venir a mi?—Entre dientes.

—¿Querías encontrar trabajo o no? Mi amigo es el más indicado.—Poco después de haber tocado el timbre, la puerta se abre.

Sonrío suave. Si digo que ese chico es feo, estoy mintiendo absolutamente. Está realmente bueno. Lo analizo mientras ellos se saludan.

—Esta es Laila, acaba de mudarse y necesita trabajo.—Admite.

—Claro, la meteré en la empresa.—Me mira y sonrie, extendiéndome la mano.—Soy Hugo.—Me analiza. Mira a Diego.—Tío, no me habías dicho que tu prima estaba tan buena.

La furia en los ojos de Diego hace presencia cuando su mejor amigo pronuncia esas palabras. Es verdad que hacia tiempo que no lo veía, pero jamás lo había visto tan enfadado. Me hace sonreír.

—¿Qué dijiste de mi prima?—Le increpa.

—Ey, cálmate.—Dice Hugo, riéndose.—Venga, pasen. Debo decirle de qué va la empresa.—Se aparta de la puerta

Al entrar, la casa tiene un aroma frutal, con cierto toque de vainilla. Es una casa bastante minimalista y bonita. Toma asiento junto a su primo y se queda esperando a que hablen de la empresa, sin enterarse demasiado del tema.

—En resumen, es un puesto bastante importante para el desarrollo de la empresa, pero confío en que aprenderás rápido a hacer las cosas.—Me guiña el ojo con descaro, para molestar a Diego.

—Está bien...¿Cuándo empiezo?—Pregunto.

—Mañana mismo. Te pondrás el uniforme cuando llegues, te esperará en una taquilla. Luego le pasaré el horario a tu primo—Sonríe con suavidad.—Espero que seas paciente, pese a no ser un trabajo estresante, trabajaras para gente amargada.

Salgo de la casa junto a Diego y vamos al coche hasta llegar a la casa. Hacemos varias cosas de la casa y vemos una película. Tras finalizar el día, queda dormida en su cama.

A la mañana siguiente, se alista y baja a desayunar. Para su sorpresa, esta vez es Diego quien prepara el desayuno.

—No te acostumbres, es tu primer día.—Dice sonriendo.

—Gracias Dieguito.—Sonríe tierna y desayuna tostadas con aguacate y tomate. Terminan de desayunar.

—¿Te llevo?

—Si, por favor, mañana cogeré algún autobús.

—Puedo llevarte, por mi no hay problema. Si no queires está bien, pero aquí se llama guagua.—Me dice divertido.

—Vaaaalee.—Le digo con diversión.—Termina de comer ya, que no voy a llegar tarde el primer día.

Poco después salimos. Me voy fijando en el camino para saber como llegar, pero poco después acabo pasando y me relajo para disfrutar de la buena música que pone mi primo cuando conduce.

Llegamos un rato después y aparca cerca del edificio.

—Avísame cuando salgas y te vengo a buscar.—Sonríe.

—Gracias Dieguito.—Besa su mejilla.—Chao.

—Mucha suerte.

Entro al edificio y enseguida una chica me pregunta por mi nombre. Tras  confirmar mi identidad me llevan a la taquilla. Cojo el uniforme y voy a cambiarme. Meto mi ropa en la taquilla y me dirijo a un despacho. Toco y entro.

—Buenos días...soy...

—Buenos días señorita García. Soy el señor Garatea. Serás mi asistenta en la empresa.

—Claro...—Lo miro y sonrío. Es un hombre de unos cincuenta años—¿Por dónde empiezo?

Nunca me había arrepentido tanto de preguntar por dónde empezar. Jamás me habían explotado tanto. Los pies ya no solo me duelen, me queman, me arden. A la hora del descanso voy a una cafetería que está dentro del edificio.

—Hola, eres la nueva, ¿no?. ¿Qué tal el primer día? ¿Muchas personas amargadas?

—El señor Garatea me ha explotado como a un globo. Ese viejo cascarrabias piensa que llevo trabajando aquí toda la vida.—Murmuro, algo exhausta.

—Siempre es así con los nuevos. Tranquila.—Me Sonríe.—¿Cómo te llamas?

—Soy Laila, ¿y tú?

—Izan, un placer.—Dice mirándome con suavidad.

—¿Llevas mucho tiempo trabajando aquí?

—Algo así...—Poniendo una sonrisa algo difícil de descifrar. Escucha una voz.

—Hijo, ¿vienes a mi despacho?

No tengo palabras para decir en este momento. Trago grueso y miro a Izan.

—El deber me llama. Y tranquila, no le diré que es un explotador y un viejo cascarrabias.—Me Sonríe y se va. Se va dejándome con la palabra en la boca.

Anécdotas de un amor contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora