Capítulo 17

9 1 0
                                    

Laila

Me remuevo en la cama junto a Izan. Abro los ojos y sonrío con ternura. Acaricio sus mejillas con cariño y me aferro a si cuello para seguir durmiendo. Él me acaricia con amor. Cuando estoy por volver a quedarme dormida, suena la alarma.

—Joder.—Murmuro. Él sonríe.—Buenos días...

—Buenos días preciosa.—Susurra tierno.

—Voy a ir a hacer el desayuno.—Él me sonríe y nos levantamos.

—Vale linda.—Susurra. Voy a la cocina y comienzo a hacer el desayuno. Hago unas tortitas con Nutella.

—Iz, ven a comer.—Sonrío.

—Ya voy.—Dice alto. Viene y se sienta.—Voy a traerte más seguido a casa.

—¡Oye! Tampoco hace falta aprovecharte.—Sonrío con diversión.

Ambos desayunamos. Él se pone a limpiar todo mientras yo voy a lavarme los dientes y a vestirme. Llega a la habitación y comienza a vestirse. Trato de no mirarlo mucho. Va a lavarse los dientes, y cuando vuelve, se le ve contento.

—¿Qué pasa cielo?—Susurro suave.

—Nada.—Me sonríe. Me atrae y besa.—¿Nos vamos? Tengo que pasar a dejarte al trabajo.

—Qué mal que trabajes en otro sitio...—Pongo puchero.

—Quizá cuando Diego no se dé cuenta, me escapo.

—Eso espero...—Susurro y vamos juntos al auto.

Cuando menos se lo espera, le saco una foto a traición, donde sale guapísimo. Tras un rato me deja en la puerta.

—Cualquier cosa que necesites me llamas. Si te ves estresada o ansiosa, me avisas y le digo a mi padre que tienes que hacerme un recado.—Susurra y acaricia mi mejilla.

—Está bien Iz.—Sonrío con amor. Beso sus labios con dulzura—Ve al trabajo.

Me bajo del coche y entro en la oficina. Voy a cambiarme y coincido con Emma.

—Hola linda, ¿estás mejor?—Pregunto suave.

—Si.—Admite, sonriendo.—Hugo estuvo para mi toda la noche...

—Te dije que te quiere.—Susurro tierna.

—Somos amigos de toda la vidas, quererme me tiene que querer...pero quizá no como pienso que le quiero yo....

—Ya verás...

—Después del trabajo iré a su casa, quizá le digo que me siento confusa.

—¿Estás segura de que estás confusa? ¿O estás enamorada perdida pero no quieres admitirlo?—Me mira fatal. Le lanzo un beso.—Me voy, el señor Garatea me espera.—Sonrío y subo a la oficina.

Entro y lo veo sentado en su silla de escritorio.

—Buenos días señorita García.—Dice él.

—Buenos días señor Garatea.—Con una sonrisa amable.

—¿Qué se trae con mi hijo?—Pregunta directamente.

Anécdotas de un amor contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora