Capítulo 4

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Izan

Me adentro a la oficina de mi padre para conversar sobre el tema que requiera.

—Papá, ¿necesitas algo?

—Necesito que le muestres a la señorita García como se trabaja aquí. Tengo un viaje importante que durará una semana y no me parece justo darle una semana de vacaciones nada más empezar. Que trabaje para ti esta semana.

—Me halaga mucho papá.—Admito, mirándolo con una sonrisa.—¿Por qué cuentas conmigo y no con Hugo?

—Izan, a pesar de que ambos sean mis hijos, y él sea el mayor, confío plenamente en que estás capacitado.—Dice con suavidad.—Además, tu hermano la espantaría, es un idiota.

En eso estamos de acuerdo. Mi hermano es maravilloso, pero cuando hay mujeres de por medio siempre la caga.

—Está bien papá, me encargaré de ella estos días.

Salgo de la oficina y decido ir a la cafetería. Veo que está comiendo y sonrío de lado. Me siento a su lado.

—Siento haber dejado la conversación a medias.

—No le dijiste nada a tu padre, ¿cierto?—No puedo evitar reirme

—Tú secreto está a salvo conmigo.—Digo con suavidad, sonriendo.—¿Cómo entraste en la empresa?

—El mejor amigo de mi primo.

—¿Qué amigo?—Le pregunto, sin tener ni idea.

—Hugo.—Dice suavemente. Mi respiración acelera.

—¿Eres la prima de Diego?—Enarcando una ceja.

—Mmm...si...¿Lo conoces?

—Hugo es mi hermano, conozco a Diego desde que llegó a la isla.—Admito.—Mi hermano coqueteó contigo, ¿cierto?—Por su risa deduzco que si.—No le hagas caso, es un poco imbecil. Además, tiene un cierto...rollete.

—No planeaba hacerle caso.—Dice riendo.

—Cambiando de tema. Mi padre debe irse unos días, así que tendrás que estar en mi despacho en vez de en el suyo. Puedes ir luego, pero primero termina de comer.—Sonrío amable.—Debo irme, tengo cosas que hacer. Estoy en el despacho 7.

Espero tranquilamente, revisando algunos documentos, hasta que escucho la puerta.

—Buenas tardes.—Entra con una sonrisa muy nerviosa—¿Necesita que prepare algún documento, señor?—Lo intento, pero no puedo evitar sonreír, soltando una carcajada

—No tienes que tratarme de usted, no soy un viejo cascarrabias.

—¡Oye! Solo soy amable. Además, acabo de vivir una escena traumática—Dice con una sonrisa, pero noto la rojez de sus mejillas.

—¿Qué ocurre? ¿Qué viste?

—Un chico estaba follando con una chica en una oficina cercana. Me despisté del número en la puerta.

—No me jodas, ese habrá sido mi hermano.

—No lo sé, no sé le veía la cara, solo a ella.

—Vale, vale. Olvídate de ello, ahora hablaré con él.

—Vale.—Suspiramos casi a la vez.

—Quiero que hablemos un rato de como será tu trabajo hasta que mi padre vuelva de su semana fuera. Luego de eso, y de preparar un informe, te dejo ir.

Comenzamos a hablar de las condiciones. Principalmente le aclaro que en cualquier momento que necesite excusarse para salir, ya sea por estrés, o porque debe ausentarse unas horas, que cuente conmigo. Le advierto que cualquier problema, puede contar conmigo.

—Y por último, no te dejes llevar por lo que diga el resto. Si trabajas bajo mi cargo, es bajo mi cargo. Hay algunos que se aprovechan para tratar a los asistentes de los demás como si fueran sus mayordomos. Si yo te pido un café, puedes traérmelo. Pero ni se lo puedes llevar al resto, ni puedes acceder a hacer cosas bajo algún tipo de amenaza, ¿vale?—Cuando ella asiente, sonrío satisfecho. La dejo haciendo el papeleo y me voy de la oficina.

—Adelante.—Tras tocar en la oficina de Hugo. Al entrar veo a Hugo darle la mano a Emma como si estuvieran siendo cordiales. Cuando me ven, sonríen y se relajan.

—Nos asustaste.—Dice Emma, con una sonrisa divertida. Besa a Hugo.

—¿Qué les asusté? ¡La nueva los vio follando!

—¿La nueva? Mierda, esa es Laila

—Efectivamente. ¿Cómo se les ocurre follar aquí?—Algo estresado

—No sabíamos que entraría alguien...

—No es excusa Emma, es una empresa seria, ¿cómo van a estar follando aquí?

—Vale tío, cerraremos con llave. Dejame seguir disfrutando, pesado.—Y me echa a empujones. El enfado que tengo ahora mismo es bastante grande, y realmente no es porque mi hermano decida follar en una oficina, la razón es porque quien ya no lo hace soy yo.

Me dirijo a la oficina y sonrío al ver a Laila.

—¿Cómo vas?—Me enseña la palma de si mano, en sinónimo de que me calle. Sonrío divertido y espero unos minutos.

—Listo, ya está.—Dice sonriendo.

—Gracias. ¿Te llevo a algún lado?

—No, gracias, mi primo viene de camino. Hasta mañana.—Veo que se va. Es una chica que se  nota que es trabajadora, pero dudo que dure ser sometida al estrés de esta empresa. Bajo y espero desde la puerta, y en silencio, a que Diego aparezca con el coche. Cuando lo hace, me despido con suavidad de él con la mano. Entro a la oficina y me encargo de hacerme el café, cosa que el resto de empleados juzga con la mirada.

Por la noche, vuelvo a casa. Tras ducharme y cenar, me acuesto. Suele costarme dormir, pero nunca me había costado tanto dormir por estar pensando en una chica.


Anécdotas de un amor contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora