Capítulo 22

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Envidia

Vía teléfono, le advertí a Eric de las cuatro amigas de Moonbyul, pero aún así se quedó mudo al verlas. Pellizqué su brazo en el club cuando lo atrapé mirando fijamente a las gemelas con la lengua prácticamente colgando. No era el único. Cada chico en el club las estaba mirando, en sus diminutos vestidos y sandalias de tacón. Eric llevaba su gorra de béisbol de los Braves hacia atrás esa noche.

Double Doors era un club de dos pisos. El bar estaba en el segundo piso y tenía una panorámica del escenario y la multitud. Wheein, Eric, y yo llevábamos pulseras que mostraban que éramos menores de edad; no que eso detuviera a los camareros de hacer la vista gorda si alguien nos pasaba un trago. Las otras tres tenían identificaciones falsas y bebidas en mano. Optamos por quedarnos en el último piso mirando desde las barandillas, en lugar de luchar contra la loca muchedumbre frente al escenario. Eric estaba de pie a un lado mío y las Neph al otro.

No bajé la mirada a la batería cuando la banda fue anunciada. Temía que las otras estuvieran esperando para ver cómo la miraría. Y tenía más miedo de cómo Moonbyul podría reaccionar. La canción de Eric era la primera de la lista. Tomé su mano y la apreté cuando comenzó la canción.

Conocía bien la melodía. La había oído tocar en el teclado de Eric tantas veces, en diferentes variantes mientras la perfeccionaba. Pero oírla en toda su gloria con todos los instrumentos y un cantante talentoso era una experiencia diferente. No sólo era digna de un escenario; era digna de un álbum. Todavía tenía que mirar a Moonbyul, eligiendo concentrarme en la música, mirando a Michael o a la multitud rebotando, o dándole vistazos al exaltado rostro de Eric.

Al final irrumpimos en ovaciones salvajes, y yo levanté mis brazos hacia Eric para uno de sus gigantes abrazos de oso.

—Me alegra haber venido —le grité—. ¡Eso fue increíble! Eres lo máximo.

Jisoo se acercó a nosotros y miró a Eric.

—¿Tú escribiste eso? Fue increíble. 

Eric me dejó ir y enfrentó a Jisoo.

—Gracias —dijo, y ella retorció su cabello. Su interacción me puso incómoda. Jisoo parecía agradable, pero no quería que nadie se metiera con Eric.

—No hagas que Eric se enamore de ti —le dije a Jisoo en un tono burlón, atrapando su mirada y sosteniéndola—. No quiero que él se quede atrás con un corazón roto cuando tú vuelvas a Londres.

Eric rio y Jisoo notó mi advertencia, dándome un pequeño asentimiento.

Me volví hacia la barandilla y, si quererlo, miré directamente hacia Moonbyul.

Moonbyul llevaba la camiseta roja. La que yo había tomado prestada una vez. Me permití imaginar que ella había pensado en mí cuando la había elegido esta noche. Estúpida. Yo también llevaba una camisa roja, pero la mía era estilo baby-doll, con mangas que se ceñían en los hombros. Había sido una compra espontánea en mi día de compras de regreso a clases.

Me odié por mirarla tan fijamente. Quería que se fijara en mí, pero temía lo que vería en sus ojos. Así que cuando su cabeza se inclinó hacia arriba y sus ojos volaron a los míos, contuve el aliento. Ninguna se movió ni reaccionó.

Un delgado brazo rodeó mi hombro y me retiró de la barandilla. Arranqué mis ojos de Moonbyul.

—Tu pequeño humano es un pastelito —susurró Jisoo.

—¿Tiene novia? —preguntó Irene, dando un paso hacia nosotros.

—No —dije.

—Entonces no te molestes —dijo Irene—. Encuentra a alguien útil en quien trabajar.

Dulce mal - MoonSun ADAPTACIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora