Capítulo 09

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Ir o no ir

Subí corriendo las escaleras de concreto hacia nuestro apretado espacio de vivienda, sin siquiera molestarme en cerrar la puerta detrás de mí. ¿La habrían capturado los demonios? Wendy estaba sentada en el sofá, y se volvió cuando me oyó entrar. Sus ojos estaban inyectados en sangre. Fui directo hacia ella, agachándome a sus pies y poniendo una mano sobre su brazo.

—¿Qué sucede? —pregunté.

—Los frenos del auto se echaron a perder hoy. Lo siento, cariño. Tendré que usar todo el dinero que había comenzado a ahorrar para nuestro viaje.—Soltó otro sollozo, limpiándose los ojos con la manga.

¿Eso era todo? Oh, gracias a Dios. Dejé escapar un suspiro de alivio y dejé caer mi cabeza hacia atrás.

Con mi visión periférica vi un movimiento en el corredor y recordé que no había cerrado la puerta, pero cuando me puse de pie para cerrarla, Moonbyul estaba de pie en la entrada, frotándose la parte trasera del cuello. Oh, mierda. ¡Mierda, mierda, mierda! ¡No esperaba que me siguiera! Me moví para cerrar la puerta antes de que Wendy la notara, pero era demasiado tarde. Ya la estaba mirando. Luego me miró a mí.

—¿Yongsun? —Wendy y yo nos miramos con los ojos bien abiertos antes de que ella dijera—. Es ella, ¿verdad?

—Wendy... Lo siento.

Ella miró a Moonbyul como si esperara que la peligris hiciera algo amenazador, pero ella sólo cambió su posición de un pie al otro. Lucía como si pudiera girar y huir. Wendy se puso de pie y fue hacia la puerta.

—Bueno, bien podrías entrar —dijo con actitud. Moonbyul lo hizo y ella cerró la puerta, luego puso las manos en las caderas y la estudió.

Moonbyul parecía casi tan nerviosa frente a Wendy como yo había estado frente a su padre. La hacía verse más joven. ¿Qué pensaría ella que Wendy la forzaría a hacer... cantar himnos con nosotras? Lo absurdo de todo, además de la consciencia de que yo estaba en graves problemas, hizo que las esquinas de mis labios se elevaran, una reacción nerviosa. Wendy entrecerró los ojos en dirección a mí y yo apreté los labios. El silencio se extendió y me vi en la necesidad de llenarlo.

—Wendy, ésta es Moonbyul. Moonbyul, Wendy.

Se observaron con incertidumbre, y luego para mi sorpresa ella extendió la mano y la peligris la estrechó.

—Debes ser una joven bastante especial para que Yongsun esté dispuesta a romper una promesa para verte.

Moonbyul me miró, y yo bajé la mirada.

Wendy volvió su escrutinio sobre mí. Tenía una expresión graciosa en el rostro mientras me miraba.

Recordé la camiseta roja de Moonbyul que colgaba de mi cuerpo y mis orejas se calentaron. Comencé a balbucear una excusa.

—¡Oh, esto! —dije—. No es nada. Mi camisa se rompió accidentalmente, así que Moonbyul me prestó una de las suyas. Sé que luce mal, pero es la verdad... lo prometo. —Mi corazón se hundió cuando me di cuenta de que mis promesas nunca más tendrían el peso que habían tenido una vez. Wendy se aclaró la garganta y se cruzó de brazos.

—¿Puedo hablar contigo a solas por un segundo? —le pregunté.

—Puedes sentarte —le dijo ella a Moonbyul, con la voz apretada—. ¿Puedo ofrecerte algo de beber? — Por supuesto que su hospitalidad sureña saldría a relucir, incluso en un momento como éste.

—No, gracias, señora. —Moonbyul se sentó en medio del sofá con la espalda erguida y piernas cruzadas. Lucía fuera de lugar en nuestra sala de estar. La fulminé con la mirada mientras nosotras nos volvíamos hacia el pasillo, señalando mi oreja y sacudiendo la cabeza. Le convenía no escuchar. Sí, claro.

Dulce mal - MoonSun ADAPTACIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora