Capítulo 23

17 3 0
                                    

Viendo demonios

La pelota estaba en la cancha de mi padre, así que esperé con impaciencia para hablar con él. Ver a papá al volante del básico coche de alquiler era extraño. Demasiado normal o algo así. Me moría de ganas de contarle lo que la Hermana Ruth me había dejado. Después de diez minutos de silencio, comencé a preocuparme. Cuando mi pierna empezó a saltar, él se inclinó y puso su gran mano sobre la mía.

—Debes saber que te quiero, Yongsun.

—Lo sé. —Pero había algo siniestro en su voz.

—Simplemente no lo olvides.

Puso ambas manos en el volante y el miedo se apoderó de mí.

Observaba la carretera, con una expresión severa.

—Quería llamarte cuando salí, pero no es siempre seguro. Prefiero explorar un área y hablar en persona. Cuéntame, ¿cómo te fue con esa monja en el convento?

Mi estómago cayó ante la idea de la información que nunca sabría.

—No llegamos a tiempo. Murió la noche que te conocí. Pero ella me dejó algo... una empuñadura de espada sin una hojilla.

El coche se desvió un poco. No paré de hablar.

—Moonbyul piensa que es una Espada de la Justicia.

Mi padre sacudió el volante duro a un lado de la carretera y frenó de golpe. Agarré el pomo de la puerta y me preparé contra el latigazo cervical. Cuando nos detuvimos miré a mi alrededor, pero no había coches detrás de nosotros. Se dio la vuelta en su asiento con una mirada salvaje en el rostro.

—Descríbemela —exigió. Le dije cómo era y lo que sucedió cuando ambas, Moonbyul y yo, la tocamos. Me miró con esos ojos enloquecidos por algunos largos latidos antes de golpear sus manos en un fuerte aplauso y gritando—: ¡Sí!

Salté, sobresaltada. Debo de haberme perdido algo, porque no tenía ganas de celebrar al pensar en la empuñadura. Pero por algo en su pura emoción me dieron ganas de saltar a bordo.

—Algo se está gestando. Algo grande. No sé qué, pero los ángeles van a utilizarte. Mi pequeña soldado.

¿Pequeña soldado? Fue muy gracioso en una especie de escenario imposible de paso.

—¿Qué crees que debo hacer?

—Todavía nada, niña. Hay muchas cosas que necesitas aprender primero. Quiero que seas capaz de protegerte cuando no esté cerca. Puede que llegue un momento en que tengas que hacer cosas que no te gusten, para estar a salvo. Puede que tengas que al menos aparentar estar trabajando. —Pasó una mirada crítica sobre mí—. Para empezar, tienes ésta totalmente natural dulce e inocente cosa en ti. Por mucho que odie decirlo, es probable que tengas que hacer algo más tajante con tu aspecto. Y vas a necesitar conocer tus límites de consumo de bebidas. No quiero que termines en una situación en la que no conozcas tus límites.

—¿Cómo se supone que voy a aprender?

—Bebes. Bajo mi supervisión. Vamos a determinar cuánto puedes manejar en una cierta cantidad de tiempo y practicar para controlarlo para que puedas mantenerte coherente y no emborracharte.

Mi corazón se sacudió contra mis costillas.

—¿Vamos a empezar esta noche? —pregunté.

Una pausa misteriosa pasó antes de que él se aclarara la garganta y dijera:

—No, vamos a empezar mañana.

Enfiló el coche en la carretera y aceleró. Me di cuenta por primera vez que nos dirigíamos hacia Cartersville. Él me llevaba a casa. Tenía la imperiosa necesidad de abrazarlo. Tiré mi visión a lo largo de la línea de árboles y el camino que nos rodeaba. No había nadie a la vista, así que arrojé los brazos alrededor de su cuello grueso y apreté, apoyando mi cabeza en su hombro. Su cuerpo se estremeció con una ronca risita. Mantuvo una mano en el volante y utilizó la otra para alcanzar y acariciar mi hombro.

Dulce mal - MoonSun ADAPTACIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora