Esta tarde aprendí muchas cosas, como por ejemplo, que Cata es tatuadora, Martina y Ramón son hermanos (lo que explica que se vayan siempre juntos), que Martina lleva desde el año pasado queriendo ser mi amiga y que Juan y Ramón... son...
No puedo decirlo. Nunca pensé que se me pudiera romper el corazón de esta manera, pero desde que llegué a casa no he parado de llorar. Después de la conversación que tuve con Martina solté una excusa estúpida y salí por patas de allí. Me siento como una imbécil...
Martina me ha estado mandando mensajes, pero no he leído ninguno. Ahora mismo solo quiero llorar mientras escucho canciones tristes de Sebastián Yatra. Estoy ahí, cantando sentimentalmente, cuando mi tono de llamada me corta todo el rollo. Miro quien llama y es la maldita rubia.
Me recompongo y contesto solo para que me deje en paz -¿Qué pasa?
-Te mandé unos mensajes pero no sabía si los estabas leyendo, así que decidí llamarte. Cuando hablamos en la cafetería te noté un poco rara.
Uf, hoy sí que está toca huevos la tía.
-Sí, sí. Estoy bien. Solo me encontraba un poco mal. Nada importante.
-Ah, vale. Qué bien- hace una pausa- en plan, no "qué bien" de que te sientas mal, sino "qué bien" de que no ha sido por algo que haya dicho yo- se ríe nerviosa.
Escucharla hablar solo hace que recuerde que Juan está con un tío contra el cual no puedo competir porque no tengo pene, lo cual vuelve a hacer que quiera llorar.
-O-oye, voy a colgar, ¿vale? No tengo ganas de hablar ahora mismo- mi voz es triste y se nota a leguas que estoy a punto de llorar.
Joder, ¿por qué me tuve que enamorar del gay?
Martina parece que lo nota porque desde el otro lado del teléfono me pregunta si estoy bien.
-Sí, es solo que... no quiero hablar de ello. Hablamos mañana. Chao.
Colgué el teléfono y lo tiré encima de la cama. Creo que este sentimiento ya no lo puede arreglar ninguna canción de Sebastián Yatra.
