VII.

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17 de febrero 2020

ANDREA

Despierto temprano en mi cama de hotel, es la primera vez en mi vida que cumplo años lejos de mi familia o de México en sí y aunque no quiero admitirlo, me siento más sola que nunca, me duele el corazón porque el que considere mi hogar durante 21 años, es simplemente un espacio vacío para mí, a excepción de que en ese país está Pablito, mi abuela o la familia Trigos que me aman como yo a ellos.

Con dificultad y luego de haber llorado entre las sabanas, ingreso al baño para tomar una ducha, pretendo quitarme la tristeza enorme que tengo en mi corazón, dejarla drenar junto con el agua para que no duela más; desde que tengo memoria he sabido que soy adoptada porque no me parezco en nada a mis papás, sin embargo, eso no impedía que me amarán tanto, aunque a los 12 se dejo de hacer fiestas y con costo veía a Esteban, pero Alejandra y sobre todo Sebastián estaban a mi lado siempre, a excepción de este año.

No puedo decir que no le he tenido resentimiento a mis progenitores, aunque al menos hoy más que nunca puedo tener en claro que los odio con mi alma, si no hubiese sido por su cobardía de dejarme en un orfanato, estaría mucho mejor de lo que estoy ahora, sin un sentimiento de furia dentro de mi y quizás con el abrazo que tanto anhelo en este instante; tomo mi banjo, la cartera y la llave electrónica de la habitación, no me quedaré cruzada de brazos lamentando mi soledad.

Recuerdo bien que Isaza en su momento me indico que, cuando yo quisiera podría visitar el estudio y grabar, así que como auto regalo de cumpleaños, me dirijo hacia el único lugar en Bogotá en el que quisiera estar, rodeada de música e instrumentos; me planto frente al portón de metal que divide la propiedad de Isaza y la carretera, toco un par de veces al timbre, para que al instante me abra uno de los socios del chico del sombrero.

Le explico a quien ahora sé se llama Nicolas González, que Isa me ha dejado venir a probar los instrumentos y si así lo deseo, grabar algunas cosas, por lo que me deja sola sin tanto inconveniente; veo todo a mi alrededor, hay una batería en el primer piso, junto a un banjo muy lindo de la marca Deering como el mío, con la excepción de que es un poco más nuevo, algunas guitarras Fender o Gibson y por supuesto un bajo demasiado tentador de ver.

Tomo con cuidado mi banjo que está dentro de su estuche y lo admiro un segundo, es lo último que tengo de mi abuelo, además de los conocimientos sobre percusión, pero en sí, ese instrumento fue el mejor regalo de cumpleaños antes de que se fuera, fue por eso exactamente que por años estuvo con Pablo, no podía permitir que le sucediera algo malo; acomodo los thumbpicks en mis dedos para comenzar a tocar el banjo, no tengo idea que estoy interpretando, hasta que me doy cuenta que es "Mi nuevo vicio", canción que escuché un par de veces cuando me reunía con el Grumpy o la banda.

Cuando estoy cansada de las benditas plumillas que hacen doler mis dedos, tomo una de las guitarras que están apoyadas en la pared y saco un cuaderno diminuto en donde apunto mis letras, además de un bolígrafo para comenzar a escribir.

Ya borré del calendario

Todas nuestras fechas pendientes

Ya desocupé tu armario

Y boté tu cepillo de dientes

Me he obligado a no acordarme

Cuál es tu color favorito

Ya entendí que no te quiero

Tanto cómo te necesito...

Aunque quiero seguir escribiendo la letra que viene a mi cabeza, mis lágrimas hacen aparición y debo dejar de hacerlo si no quiero manchar nada, han pasado dos meses desde que la vi por última vez en el restaurante y sigue doliendo igual o peor que ese día, creo que se siente más real ahora, cuando su voz o la primera llamada no ha sido de ella, sino de José Raúl, mi exnovio o en su defecto, Pablo.

Mi otro yo- Morat EN PAUSADonde viven las historias. Descúbrelo ahora