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Me despierta la luz que entra por la ventana. Ya es de día. Intento levantarme y, por suerte, lo hago sin complicaciones. Me siento en la cama y froto mis ojos. Hoy ya no me siento mal, sino 'raro'. Veo el despertador. "¿¡7:50!?", pienso, aterrorizado. ¡El examen de recuperación es a las 8:30! Debo salir volando. Con la ropa que tengo me iré, únicamente me lavaré la cara y los dientes.

Corro al baño, tomo mi cepillo y empiezo a cepillarme. Lo hago rápido y sin cuidado. Mechones de cabello me entran a la boca mientras lo hago. Me enjuago y me quito los mechones de mi larga cabellera de la cara. Me lavo con un poco de agua. "¿Mechones largos?", me pregunto, mientras tomo rápidamente una toalla. Descubro mi cara y presto atención al espejo. Mi cara es fina, pero de forma redonda. Mis ojos son más alargados y mis labios parecen más 'carnosos'. Pero lo más notable de todo es esta cabellera que apareció de la nada. Mientras analizo esto, puedo ver en mi reflejo que mi pecho se ve más inflamado que ayer. Lo acaricio con cuidado, y aunque no duele, se siente de alguna manera 'bien'. Estoy por bajarme el cierre de mi sudadera cuando recuerdo que voy tarde para mi examen. "Más tarde me encargaré de esto", pienso. Me termino de secar la cara, busco un cubrebocas en la gaveta de los medicamentos, me pongo una malla para el cabello que tomo del cuarto de mi hermana y una gorra para el sol, y salgo corriendo, sintiendo que el pecho me rebota asimétricamente. Es una nueva sensación completamente incómoda.

Al salir, es como si todos me vieran correr, o tal vez no específicamente a mí, sino a esos pechos que siguen brincando al ritmo de mis pasos. El camino parece eterno, pero sudado, cansado y con dolor de espalda, entro al salón a las 8:25, donde la maestra está esperando en su escritorio. Al dar las 8:30, en el examen de recuperación somos dos personas.

Empieza el examen y la profesora pasa a mi lado. "Espero se sienta mejor", dice en voz baja.

"Sí, mej...", esa no es mi voz. Una voz completamente femenina sale de mi boca. Mientras intento esconder la cara en el examen para que la maestra no note el cambio, escucho que, casi murmurando, dice: "Aún no suena tan bien". Al decir esto, se va a su escritorio a observar a los demás alumnos.

Decido hacer el examen lo más rápido posible. Mis manos tiemblan ligeramente, pero me obligo a concentrarme en cada pregunta, recordando lo mucho que intenté estudiar en la noche anterior. La ansiedad crece, pero mantengo la calma, respondiendo cada pregunta lo mejor que puedo.

Al terminar antes que los demás, voy al escritorio y dejo el examen. Antes de que lo suelte, la profesora lo jala y dice: "Sus manos se ven muy delgadas, debería ir a un hospital. Puede ser algo grave", dice con visible preocupación, para luego ojear mis respuestas. "Puede retirarse."

Salgo corriendo, y por no fijarme choco con alguien. Bajo la mirada y veo a Alex, que está entre mi pecho. "Ahh, Gab, trajiste la misma sudadera que ayer, deberías de...", dice mientras levanta la cara y cruzamos miradas. "¿Gabriel?", pregunta, sin apartar sus ojos de los míos.

Mirror ComplexDonde viven las historias. Descúbrelo ahora