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El día siguiente pasa sin cambios; la misma indiferencia al cambio sigue ahí. Ir al espejo y ver mis pechos es como si fuera cualquier cosa; recalcarlo es tonto, ya que es indiferente. Únicamente paso el día viendo las noticias y leyendo en internet sobre casos similares. Los casos han aumentado a más de 550: niños, adultos, ancianos e incluso bebés han vivido el cambio, pero sigue sin haber noticias sobre una solución.

Pasa la hora a la que Alex normalmente llega después de la escuela. No sé por qué, pero estoy muy emocionado. Tal vez todo el silencio de una casa sola y sin contacto humano recurrente por la escuela me afectó un poco.

Al rato suena el timbre. Corro a abrir, y del otro lado de la puerta solo está un repartidor que me ha traído unos libros. La decepción que siento al ver que no es Alex me asusta, dejándome algo bajoneado, hasta que, pasados otros minutos, tocan y por la mirilla sé que es él, el ánimo vuelve a mí. Recupero la compostura, abro la puerta, y él me extiende con unas hojas.

"La tarea de hoy. Puedes escanearla y mandarla a los profesores por correo. No tienes idea de lo mucho que tuve que mentir hoy por ti. ¿Necesitas algo más?", dice rápidamente con agitación en su voz, y por su tono parece que me está evitando o quiere irse rápido.

"No, gracias por todo", le digo.

"Ok, entonces iré a casa a hacer mi tarea. Mañana pasaré a la misma hora. Nos vemos", dice sin haber cruzado la puerta tan siquiera, lo que me deja bastante decepcionado.

"Ah, por cierto, ¿recuerdas a esta chica que te gustaba, Emily? Al parecer tampoco ha ido a la escuela", dice antes de irse. Ni siquiera había pensado en ella por toda esta situación.

"Oh, espero que esté bien", digo vagamente.

"Nos vemos", digo rápidamente mientras entro a la casa y cierro la puerta.

No puedo explicar la forma en que me sentía en ese momento. Pensé que Alex pasaría y aunque sea veríamos la televisión un momento o conversaríamos, empiezo a sentirme mal de nuevo, pero al recordar toda la tarea que tengo, olvido lo demás y empiezo a trabajar.

La tarea parece interminable; el último semestre es más pesado que los demás. Cuando decido tomar un descanso y me levanto del escritorio, un dolor de espalda que nunca había sentido me dobla de dolor y me siento de nuevo. Comúnmente me duele la espalda por mi estatura, pero esta vez es peor. Me recuesto en el escritorio; al hacerlo, mis pechos también tocan la superficie del escritorio, lo que me hace recordar cómo mi hermana se quejaba del dolor de espalda a causa de sus pechos cuando andaba sin sostén.

Esto último me da una idea. Voy al cuarto de mi hermana y busco entre sus cajones un sostén. Agarro el primero que veo, uno azul con encaje sencillo que en la etiqueta marca copa C. Me quito mi playera y me lo pongo. Me ajusta demasiado, pero puede que sea la sensación por nunca usar alguno. Me lo dejo puesto para hacer la prueba y seguir con mi tarea.

Al rato de estar con lo restante de los deberes, intento levantarme y es evidente que el dolor se ha relajado, pero una nueva incomodidad aparece: el sostén está demasiado apretado. Hago una investigación en internet sobre las copas, hago unas mediciones de mi pecho con una cinta métrica y, según una tabla que encontré, soy copa E, algo más grande que la de mi hermana. Ella es un poco más baja que yo, pero aun así es alta, es algo de familia, "Hasta siendo mujer soy mejor que ella", pienso recordando nuestra rivalidad de toda la vida, cosa que me da gracia. "Puedo comprar un sostén de mi talla; eso me haría la vida más fácil. Puedo ir mañana", pienso.

Termino mi tarea y me duermo poniendo una alarma para irme temprano al centro comercial, comprar mi sostén y regresar antes de que venga Alex para pasar un rato con él, "si quiere", pienso con un dejo de enojo en mi mente, recordando cómo parecía evitarme. Con esto en mente, duermo.

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