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Chiara caminaba ansiosamente por los pasillos de su nueva escuela. La gente la miraba, ya fuera por curiosidad o juicio, lo que realmente la molestaba. Podía prácticamente escuchar susurros, y aunque trataba de ignorarlos lo mejor que podía, era difícil.

La medio inglesa giró en una esquina y miró alrededor para ver otro pasillo de aulas desconocidas. Este lugar parecía interminable y honestamente la estaba volviendo loca. Definitivamente era más grande que su antigua escuela. 

Suspiró y se pasó la mano por el cabello en frustración.

Ya había perdido 30 minutos de su tiempo y ahora que estaba en largo pasillo, había una alta probabilidad de que nunca encontrara la maldita oficina del director. O era realmente difícil de encontrar o ella era una pésima buscadora. 

Probablemente era lo último. 

Miraba frenéticamente cada esquina de la escuela por si estuviera allí, pero sin suerte. Todo lo que necesitaba era encontrar esa oficina, una tarea simple y ni siquiera podía hacerlo. ¿Qué pasaría cuando necesitara encontrar su aula? Afortunadamente, llegó una hora y media temprano, pero parece que no era suficiente en su caso.

Rápidamente se dió la vuelta para ir en otra dirección y terminó chocando con alguien, lo que resultó en que pierdiera el equilibrio, pero la persona afortunadamente fue lo suficientemente amable como para agarrarle ambas muñecas y mantener sus pies firmes en el suelo. La pelinegra de ojos verdes suspiró aliviada. y a punto de agradecerle y disculparse por su torpeza, recuerdó que no podía hablar. 

Incluso si lo intentaba, tartamudearía en cada palabra y no quería avergonzarse frente a alguien otra vez.

Miró hacia sus zapatos, jugando nerviosamente con el dobladillo de su camisa. Tenía miedo de que tal vez hubiera chocado con otro acosador, ya que era como un imán para los ellos; atrayéndolos hacia ella sin importar donde fuera.

—Cuidado la próxima vez, —dice una voz femenina con calma, soltando inmediatamente la mano de Chiara al darse cuenta de que la había estado sosteniendo por más tiempo del necesario. 

—Oye, —la pelirroja llama, tratando de captar su atención. 

Su voz sonaba juguetona, como si estuviera hablando con alguien que conocía de toda la vida.

Chiara finalmente levanta la mirada y se encuentra con los ojos más hermosos que jamás haya visto. No pudo evitar mirarlos como una tonta, y el hecho de que su proximidad fuera bastante cercana no ayudaba. Podía verlos claramente desde donde estaba parada. 

—¿No eres de hablar mucho, no? —pregunta la desconocida, riéndose y pasándose la mano por el cabello, mirando alrededor con incomodidad.

La más alta (por apenas dos centímetros) negó con la cabeza como respuesta mientras seguía en trance por los ojos de la chica.

—¡Violeta! Vamos, Denna nos debe estar esperando desde hace rato, —Chiara escuchó otra voz, sacándola de sus pensamientos. 

Miró detrás de la que ahora sabía que se llamaba Violeta para ver a una chica de piel oscura corriendo hacia ellas con sus tacones altos. 

La inglesa miró a la pelirroja y luego a su amiga, ambas eran hermosas y se sintió un poco acomplejada.

Violeta le da una última mirada a la pelinegra antes de darse la vuelta para seguir caminando cuando Chiara toma una decisión y rápidamente agarra su muñeca, deteniéndola. Violeta, quien tenía una expresión de pura confusión en su rostro, se giró y la miró expectante.

Esperó a que Chiara dijera algo, pero nada salió de su boca.

A punto de volver a girarse y retomar su camino con su amiga Suzete, la menorquina sacó rápidamente su teléfono y escribió algo en el.

Taciturno | kivi (fic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora