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—¿Por qué?

—Simplemente no nos gusta, ¿de acuerdo? ¿Podemos seguir comiendo ahora? —exclamó Denna, frustrada por no saber cómo responder a las interminables preguntas de su amiga.

—Jesu' Almudena, solo estoy preguntando. —la pelirroja puso los ojos en blanco y tomó otro sorbo de su refresco.

—Sí, sí, está bien, —dijeron las tres chicas al unísono, sin incluir a la medio inglesa.

—Hey, keeks, ¿cómo estás? Estás muy callada- bueno, claro que estás callada, pero sabes a lo que me refiero. —Denna balbuceó al darse cuenta de su error.

—B... b... b... —Chiara intentó decir, pero falló, suspirando y tratando de nuevo, frustrada. Todas las chicas la miraban expectantes, felices de que finalmente empezara a hablar.—B...bien.

—Oh, Dios mío. —la rubia murmuró.—Finalmente has dicho una palabra. ¿Es esto un progreso? —preguntó, sonriendo de oreja a oreja. 

La pelinegra se encogió de hombros y negó con la cabeza.

—¿Qué? ¿Por qué no? —Violeta preguntó confundida.

Es una de las únicas palabras que puedo decir.

Y solamente a ciertas personas.

Chiara mostró los mensajes a las chicas y sus bocas formaron una 'o'.

—Espera, ¿eso significa que confías en nosotras? —Suzete preguntó, sonriendo. 

Chiara asintió. Denna le dio un abrazo de lado, casi aplastándola.

—No te arrepentirás de confiar en nosotras, —prometió la rubia y finalmente la soltó, haciendo que la ojiverde suspirara de alivio.

—Sí, estaremos aquí para ti sin importar qué, —anunció Bea.—Puedes hablar con nosotras.

—En realidad no puede hablar, —bromeó Denna y todas las chicas rieron.

—Bueno, entonces puedes escribirnos, —corrigió Bea su propia frase. 

Violeta se volvió hacia la medio inglesa, colocando su mano en su hombro como consuelo—. No tienes que sentir que debes hacerlo, no te estamos obligando a nada, solo para que lo sepas, —dijo.

Chiara sonrió y asintió.

—¡Sí! —Suzete estuvo de acuerdo justo cuando sonó el timbre, señalando el final del almuerzo. 

Todas recogieron sus cosas y se dirigieron a sus diferentes destinos después de decirse un "hasta luego".

Chiara se dirigió a su clase de inglés y se sentó en la esquina del aula, tratando de pasar desapercibida. Poco después, una chica se sentó a su lado y sonrió.

—Hola, —saludó la chica a la pelinegra, quien le devolvió la sonrisa.—Eres la nueva, ¿verdad? —preguntó la chica de nuevo.—Oh, cierto, no me he presentado, —se rió y continuó.—Mi nombre es Ruslana, pero puedes llamarme Rus, —dijo, extendiendo su mano para que Chiara la estrechara. 

La ojiverde solo la miró sin saber qué hacer exactamente.

La ucraniana retiró su mano incómodamente después de unos minutos. 

—Bueno... ¿cuál es tu nombre? —dijo la chica con torpeza, sin saber qué decir o hacer. 

Chiara sacó su lápiz y una pequeña libreta de su bolso, escribiendo su nombre. Rus frunció el ceño, confundida.

'Chiara Oliver,' mostró.

—Bueno... mucho gusto, —dijo la ucraniana, sonriéndole.—No puedes hablar, ¿verdad? —preguntó y la menorquina negó con la cabeza, mirando al suelo con vergüenza.—Oh, eso es terrible... —susurró.—Te vi con las chicas hace un rato, —comentó después de unos minutos de silencio ya que el maestro aún no aparecía. 

Taciturno | kivi (fic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora