𓆰 ᴄᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ 3✾

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Pensamientos

En medio del bullicio incesante de la gran ciudad, Atenea se dirigía a su casa después de un agotador día de estudios

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En medio del bullicio incesante de la gran ciudad, Atenea se dirigía a su casa después de un agotador día de estudios. La pesadez de su cuerpo era notoria en su rostro fatigado por los deberes que debía de hacer de cada una de las materias que había tenido en ese día. << Dios, qué día. >> Trataba de quitar el cansancio mientras sobaba su rostro con sus ojos semicerrados. Respiró hondo mientras perinaba su cabello con sus dos manos, quedando mirando al cielo. Soltó el aire retenido y sonrió, continuando su trayecto para tomar el Subway con dirección a su hogar.

Con un renovado entusiasmo, subió al tren; estaba lleno como siempre con el aire acondicionado frío, un alivio para la dueña de los orbes verdes y su cuerpo. No aguantaba el calor insoportable del verano; prefería mil veces el frío que el calor. Al llegar a su estación, sus pasos la llevaron instintivamente a una pequeña floristería cercana, un refugio de colores vibrantes y aromas embriagadores.

El lugar pequeño, aunque modesto, lleno de vida. Se sumergió en un mundo de pétalos y fragancias, dejando que sus sentidos se deleitaran. Las rosas rojas, con sus pétalos perfectamente formados, evocaban recuerdos de su madre, quien siempre tenía un ramo fresco en la mesa del comedor. Las orquídeas blancas, exóticas y elegantes, la transportaban a los jardines que había explorado durante su infancia. Y los girasoles, tan altos y radiantes, parecían capturar la esencia del sol mismo, iluminando su alma.

Mientras admiraba las flores y las variedades, una oleada de nostalgia la envolvió. Sus ojos seguían cada uno de los diferentes colores, las diferentes formas. <<Hermoso>> Ahora que lo pensaba, ella nunca ha recibido un ramo de algún amigo o ¿pareja? NO. En qué estaba pensando, ¿ella teniendo pareja?, qué idiotez. << Nop, es una pérdida de tiempo. Atenea. NO >> No quiere desconcentrarse de su meta de ser una bióloga. Pero era verdad que nunca ha recibido, pero no se molestaba al dar a las personas más importantes que le rodean.

Dejó que el aroma de las diversas flores y rosas inundara sus pulmones. Aún buscaba el ramo perfecto para que su madre lo colocara en el comedor. Tenía que ser ideal, no muy extrabagante, ni tampoco muy sencillo. Debía tener el equilibrio perfecto.

Decidió comprar un pequeño ramo de lavanda y eucalipto, perfecto; ambos hacían que la fragancia sea relajante; sabía que despejaría su mente mientras estudiaba en casa. Lo pagó y salió de la floristería con una sonrisa, llevando consigo no solo flores, sino también una serenidad renovada.

— Espero que a mamá les guste. — Las olió sintiendo la sensación relajante que se transmitía a través del eucalipto.

El cielo comenzaba a teñirse de tonos anaranjados y rosados, anunciando el atardecer. Atenea adoraba esos momentos cuando la ciudad empezaba a calmarse y las luces de los edificios se encendían como estrellas urbanas. Cada paso que daba era un suspiro de alivio tras un día largo.

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