Escuchó jadear al sirviente que cargó el balde lleno de agua lo suficiente antes de vaciarla en la tina, mojando su piel en el proceso. Estaba helada. Se sentía como si cientos de diminutas agujas se clavaran en su piel para después ser restregadas con un trapo raído y áspero para limpiar el lodo.
El lodo y la sangre.
La humillación, el dolor, el miedo paralizante.
La última vez que se había sentido pequeño en la tina de cobre fue cuando era un niño y una nodriza lo obligaba a bañarse después de jugar.“Nunca puedes mantenerte limpio” se quejaba “No importa cuánto te talle la piel… parece que tienes la mugre pegada.”
— Déjame — murmuró, poniendo su mano sobre el trapo para detener el movimiento del sirviente.
— ¿Señor?
— Quiero hacerlo solo. Déjame.
El sirviente solo asintió y se levantó del suelo antes de retirarse.
Aeron esperó hasta que la puerta estuviera cerrada para mojar el trapo en el agua y empezar a lavarse.No había dicho nada al volver a pesar de las preguntas. Solo pidió un baño. Lo más pronto posible. Lo más pronto posible significaba agua helada y lo que se tuviera a la mano para sentirse limpio.
Pasó el trapo por su brazo, bajando hasta las muñecas.
Notó entonces los moretones.
Marcas largas y violáceas que poco a poco tomaban un tono más intenso.
Arrugó la nariz y frotó su piel para intentar borrarlas, sin éxito.
El lodo se diluía.
El recuerdo de esos jadeos y gruñidos animales no.Sintió el escozor por la fricción tan intensa y simplemente soltó el trapo para poder abrazar sus rodillas contra su pecho en un intento por calmar su acelerada respiración. Cerró los ojos con fuerza mientras su corazón parecía martillar en sus oídos.
Los caballeros son dignos, pulcros y respetables.
La puerta se estrelló contra la pared de piedra al abrirse abruptamente.
Aeron alzó la cabeza, sobresaltado y vio como tres figuras se acercaban a él.La septa Ursa le tomó el brazo. Tenía manos grandes con dedos regordetes y largos que siempre olían a cera de vela y lejía. Lo levantó de un tirón, provocando que el agua de la tina salpicara el suelo. Aeron se quejó por el dolor y el frío.
— Revíselo — ordenó Amos al maestre Orwen —. No lo suelte, septa — indicó y el tono de su voz encendió el instinto de alerta en Aeron, que empezó a retorcerse un poco mientras aquél monolito de mujer lo jaloneaba para sacarlo de la tina y mantenerlo quieto.
Ella le tomó el otro brazo para contenerlo y dejarlo expuesto ante el maestre. Su cadena tintineó al acercarse al muchacho.
Aeron abrió mucho los ojos y miró a su padre pero Amos no le devolvió el gesto. Solo estaba en silencio. Observando con los hombros tensos y los labios apretados en una mueca de descontento.
Aeron siseó al sentir los dedos toscos del maestre meterse entre sus piernas y tanteando su intimidad sin nada de tacto. La sangre subió a sus mejillas y miró al techo para evitar que las lágrimas de humillación cayeran para ponerlo todavía más en evidencia.
Orwen sacó los dedos y los miró de cerca para después volver con Amos y mostrarle. Las yemas estaban manchadas con una mezcla de sangre y semilla viscosa. Todavía reciente.
— Padre… — empezó a decir Aeron pero fue interrumpido por el escozor de la bofetada con la que Amos lo hizo callar. El sabor metálico de la sangre llenó su boca cuando jadeó.
— Te dije que no salieras solo — la voz de su padre era severa y grave —. Pero eres necio. Necio y estúpido. Ahora estás arruinado…
La septa liberó por fin a Aeron y se sintió como si ella soltara algo que le produjera asco de repente. El omega se tambaleó un poco y cayó de rodillas, sintiendo cómo la piedra le raspaba la piel y las palmas de las manos.
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oveja • davron • TERMINADA
FanficEra como si todos tuvieran derecho sobre su cuerpo excepto por él. Como si hubiera dejado de pertenecerse a sí mismo. ¿Qué podía ser peor que quedar a merced de un alfa que le había quitado todo? OMEGAVERSE ANGST LEER ADVERTENCIAS