oveja • davron • TERMINADA

9.

—El maestre me ha dicho lo que le preguntaste — Davos se subió los pantalones y empezó a atarse las correas. Tenía la frente perlada de sudor y algunos mechones de cabello oscuro se le pegaban al cuello y la frente. Aeron se giró para poder acostarse sobre su espalda, resoplando por el esfuerzo. El movimiento le revolvió el estómago y sintió ese familiar y molesto resquemor en la garganta cuando su escasa cena hizo el intento por salir por donde había entrado.

— Le pregunto muchas cosas — dijo, haciendo una mueca de asco y tragando con dificultad. Jadeó al incorporarse para poder sentarse y recargar la espalda en la cabecera de la cama. Davos se rió por la nariz. Últimamente parecía divertido por las respuestas del omega, a pesar de que Aeron no pretendía que fueran una broma. En realidad, no podía pensar un solo momento en que hubiera bromeado de verdad desde que vivía en Árbol de Cuervos. Davos simplemente parecía extrañamente cómodo con él y eso no le gustaba.

—Sobre no dar a luz en este cuarto — aclaró el alfa.

—Hace mucho calor aquí — Aeron arrugó la nariz. Su piel se erizó al sentir que la semilla de Davos le escurría entre las piernas. No era agradable —. Por la noche no me dejan abrir las ventanas, no soporto el brasero ni la chimenea — "ni a ti" pensó, pero solo se encogió de hombros —. Me dijo que podrían preparar algo en los salones junto al solar — hizo una pequeña pausa —. Con tu autorización y la de tu padre — añadió en voz baja, intentando que las palabras no salieran llenas de la vergüenza que lo hacían sentir. Tal vez no estuviera en una celda con cadenas en las manos y los pies pero definitivamente sí que era un esclavo.

— Tendré que hablarlo con mi padre. Está demasiado ansioso últimamente — Davos se acercó a la cama para sentarse en el borde, mirando a Aeron.

—Quiero estar cerca del bosque de dioses — insistió el omega, moviendo su mano para ponerla sobre la de Davos unos segundos —. Cuando nazca... — murmuró —. Benji me dijo que es costumbre presentar a los hijos ante los arcianos para que los dioses les den salud.

Davos lo pensó un poco.

Aeron parecía finalmente dispuesto a asumir su papel y le parecía tranquilizador ver que Benjicot y su esposo pasaban tanto tiempo juntos. No bordaban o leían poesía pero al menos hablaban y parecían amigos. Sabía que había sido un embarazo complejo y ver esa suavidad y sumisión en su esposo le sentaban bien. Se sentía más como un alfa, como un gran señor. Ya sin esa resistencia que volvía tosco a Aeron, Davos podía admitir que tenía una cara bonita. Incluso que olía bien. Ya no se escondía para poder abrazarlo y tocarlo por las noches y le gustaba hundir la nariz justo en la coronilla del omega, donde se concentraba su aroma y se le sumaba la fragancia dulce del embarazo que lo hacía sentir deseos de protección y. últimamente, mucho deseo.

Le costaba no pensar en otra cosa que el calor y la humedad de su piel, sentir la carne hundirse bajo sus dedos, el sonido impúdico de sus jadeos... Incluso le parecía atractiva la redondez de su vientre. Una señal de que era suyo, de que lo había reclamado...

— Está bien — cedió —. Veré que preparen una cama para ti en algún salón cerca del arciano — apretó los dedos de Aeron con suavidad antes de volver a levantarse para terminar de vestirse.

— ¿Saldrás a cazar de nuevo? — preguntó el omega.

—Mañana por la mañana.

Aeron asintió despacio. Davos se acercó para besarle la frente y después irse con pasos largos que hicieron eco por el pasillo y las escaleras. Poco después llamaron a la puerta y, a sabiendas de que se trataba de la servidumbre, ordenó que le prepararan un baño con abundantes aceites para lavarse completo.

No era común darse un baño tan profundo prácticamente todos los días, pero Aeron no podía soportar el sudor en la piel ni el olor de Davos por demasiado tiempo. Era suficiente con el peso insufrible de su vientre. El maestre Vernon le había dicho que la criatura iba a nacer en cualquier momento y que debía estar atento a las señales.