oveja • davron • TERMINADA

6.

Alguna vez, cuando era niño, Aeron se había robado un tarro de la cocina de Seto de Piedra. Lo había llenado con agua del pozo y después se había dedicado a llenarlo con todo lo que se encontraba que le parecía lo suficientemente interesante: piedras pequeñas, hojas secas. Tierra. Algún gusano incauto. Después, había cubierto el tarro con la mano para agitarlo y pasó un buen rato ver los ingredientes mezclados de su juguete improvisado separarse poco a poco. La tierra y las piedras se hundían y las hojas, las cáscaras de nueces y hasta el gusano se quedaron flotando en la superficie.

En ese momento, su mente se sentía como ese tarro lleno de agua.

Todo estaba mezclado, agitándose en su cabeza conforme Davos lo arrastraba lejos de la habitación donde había visto la verdad.

Benji es un omega.

Sentía el ardor en el cuero cabelludo y había llevado una mano a su cabeza para aferrarse a la de Davos, que lo jalaba usando los mechones castaños como riendas hasta que finalmente lo soltó con un empujón dentro de su habitación.

Al ver a Davos con el rostro un poco mejor iluminado recordó la pesadilla e instintivamente se encogió por el miedo. La tensión en sus hombros era dolorosa y no pudo evitar retroceder unos pasos, apoyándose en uno de los postes de la cama, como si pudiera esconderse detrás.

— ¿Qué hacías fuera de la cama? — preguntó el alfa, cerrando la puerta detrás de él. Aeron bajó la mirada al piso.

— Yo... — soñé que me abrías el pecho y me matabas, soñé que me sacabas el corazón y te lo comías, no te me acerques —. Escuché un ruido afuera. Pasos. Y voces también — respondió rápidamente en un murmullo.

— ¿Por qué creíste que debías involucrarte? — Davos se recargó un poco contra la puerta. Aeron apretó un poco los labios.

—Pensé... que si algo pasaba... Podría ser el último al que se lo dijeran — admitió, aunque estaba usando palabras mucho más suaves de las que tenía en mente.

Él sabía que no le importaba a nadie en ese castillo.

No era algo que le extrañara aunque era doloroso llegar a esa conclusión estando solo y lejos de su hogar, pasando por una experiencia desconocida y aterradora como era estar preñado sin tener ni la más mínima idea de lo que debía esperar al respecto.

Las nubes resplandecieron levemente y unos segundos después ambos escucharon truenos que anunciaban una tormenta. Aeron alcanzó a oír que los cuervos armaban escándalo al ser despertados de manera tan abrupta.

— ¿Qué viste? — Davos abandonó su lugar junto a la puerta para acercarse a Aeron, que se encogió en su sitio y no lo miró en absoluto.

—N-nada — balbuceó el omega y un jadeó se le escapó cuando Davos le tomó el mentón con brusquedad para obligarlo a alzar la cabeza y verlo a los ojos. A Aeron se le revolvió el estómago porque no podía dejar de verlo como en su pesadilla.

— ¿Qué viste? — insistió Davos, dando a entender que la tercera vez no iba a sacarle la respuesta de manera pacífica.

—Benji es un omega — susurró Aeron con la voz temblorosa. Notó que varias emociones pasaban por el semblante de Davos. Ira, confusión. Decepción e incluso resignación. Sus dedos apretaban su piel hasta que finalmente lo soltó — ¿Él está bien? — preguntó Aeron —. Benji.

— ¿Te importa?

—Ha sido amable — dijo Aeron con sinceridad. Es el único que ha sido amable. Se abrazó el torso con los brazos —. ¿Estará bien?

— Sí — respondió Davos a secas —. Es su primer celo.

Aeron entendió entonces la preocupación de los sirvientes y el maestre. Benjicot era muy joven todavía. Usualmente los omegas empezaban a manifestar celos y otros síntomas desagradables de su condición cuando tenían dieciséis años. Dieciocho, si eran tardíos. Recordó con amargura su propio primer ciclo y lo incómodo que había sido... Aunque, al menos, sus hermanos habían estado ahí para explicarle a medias y con vergüenza lo que se suponía debía pasar.