"Padre, Herrero, Guerrero.
Madre, Doncella, Anciana, Extraño.
Yo soy de él y él es mío.
Desde este día hasta el último de mis días."
Aeron sintió un nudo formarse en su garganta. Era asfixiante y doloroso aunque no permitió que las lágrimas salieran a pesar de que nublaban su visión, volviendo difusas las palabras escritas en el mensaje que había recibido esa mañana.
Durante la noche insomne que había pasado posterior a esa revisión invasiva, su mente lo había torturado con el conocimiento de que en su cuerpo habitaba ahora un intruso. El resultado de un acto humillante... Y no tenía idea de lo que podía esperar.
Había soñado con imágenes de dar a luz a una parvada de cuervos que salían de sus entrañas picoteando la piel, abriéndola entre graznidos y sangre y la visión de pesadilla parecía haber quedado grabada a fuego en sus párpados, impidiéndole volver a dormir.
Alguna vez uno de sus hermanos le contó que no todos los bebés eran criaturas dulces y regordetas con olor a leche. A veces nacían como monstruos llenos de sangre con la cara púrpura, que rasgaban a sus madres mientras salían a buscar el primer respiro... Matándoles en el proceso. Aeron había fingido no asustarse pero lo cierto era que no podía imaginar que, lo que sea que Davos lo hubiera puesto en el vientre, fuera ni remotamente dulce o adorable.
El sello de cera había sido abierto con anterioridad y sabía bien que el mensaje no era un secreto que pudiera esconder y disimular. Era difícil hacerse a la idea de que había dejado de pertenecerse a sí mismo. Se preguntó lo que el maestre Vernon o lord Blackwood habían pensado al leer las palabras crueles y distantes de Amos Bracken. ¿Se habían reído de saber que el lord se negaba a presenciar esa unión? Sin estar dispuesto a enviar una comitiva que lo representara.
Al menos una señal de que su familia aún estaba en Seto de Piedra...
Aeron lanzó el papel a las brasas de la chimenea en un arranque de desesperación y tristeza. Era doloroso creer que esa sería su vida. Que ahora le pertenecía a Davos Blackwood, a su familia para hacer lo que pudiera complacerles con su existencia a pesar de que no era del todo bienvenido.
Se acercó de nuevo a la ventana para mirar al exterior. Las ramas secas del arciano estaban vacías. Aún era temprano como para que los cuervos volvieran de los bosques y de sus cacerías, lo que le daba un aspecto desolado al árbol... Suponía que eso los volvía similares, de algún modo. Varados en una tierra inhóspita, secándose sin nada más que ofrecer que refugio para invasores...
Aeron se llevó una mano al vientre y tragó saliva.
Los Capas Doradas no tienen hijos. No tienen tierras ni tienen títulos. Son héroes con honor que dan su vida en batalla. Caballeros de verdad.
— ¿Debería pedirle a mi padre que ponga tablas en esa ventana? — Aeron volteó y Benjicot le sonrió desde el marco de la puerta, que había abierto sin llamar y sin permiso —. Siempre estás asomándote. Una vez pensé que eras un fantasma.
Aeron suspiró y se alejó para poder mirar de frente a Benji.
No tendría más de trece años, tres menos que él. El segundo hijo y el favorito, por lo que había podido entender en su poco tiempo habitando la fortaleza Blackwood.
Samwell solía sentarlo a su lado, haciéndolo tomar el lugar que debería corresponderle a Davos...
En un principio había sentido cierta intimidación de su parte pero Benjicot había resultado ser el más amable de la reducida familia.
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oveja • davron • TERMINADA
Fiksi PenggemarEra como si todos tuvieran derecho sobre su cuerpo excepto por él. Como si hubiera dejado de pertenecerse a sí mismo. ¿Qué podía ser peor que quedar a merced de un alfa que le había quitado todo? OMEGAVERSE ANGST LEER ADVERTENCIAS