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Prueba Exculpatoria
Prueba que indica que un acusado no cometió el crimen.
Peter
Día presente

El café caliente que se filtraba en ese momento a través de mi pantalón y aguijoneaba mi piel era la razón exacta por la que nunca follaba a la misma mujer dos veces.

Haciendo una mueca, tomé una respiración profunda.

—lali...

—Estás jodidamente casado.

Ignoré su comentario y me recliné en mi silla.

—En el interés de tu mediocre y futura corta vida en la carrera de leyes, voy a hacerte dos enormes favores: uno, voy a disculparme por follarte una segunda vez y dejarte saber que eso nunca sucederá otra vez. Dos, voy a fingir que no acabas de asaltarme con un maldito café.

—No lo hagas. —Lanzó mi taza de café al suelo, haciéndola pedazos—. Definitivamente lo hice, y me siento tentada de hacerlo de nuevo.

—Señorita esposito...

—Vete a la mierda. —Estrechó sus ojos mirándome, añadiendo—: Espero que se te caiga la polla. —Mientras salía en tromba de mi oficina.

—¡Jessica! —Me levanté rápidamente y agarré un rollo de toallas de papel—. ¿Jessica?

Ninguna respuesta.

Cogí mi teléfono para llamar a su escritorio, pero de repente entró en mi oficina.

—¿Sí, señor Lanzani?

—Llama al servicio de tintorería de lujo y haz que entreguen uno de mis trajes en la oficina. También necesito una nueva taza de café, el archivo de la señorita esposito de recursos humanos, y tienes que decirle al señor Bach que hoy llegaré tarde a esa reunión de las 16.

Esperé a oír su habitual, "Ahora mismo, señor" o "Estoy en ello, señor lanzani", pero no dijo nada. Se quedó en silencio —sonrojándose, y sus ojos estaban pegados a la entrepierna de mi pantalón.
—¿No necesita algo de ayuda para limpiar eso? —Sus labios se curvaron en una sonrisa—. Tengo una toalla realmente gruesa en el cajón de mi escritorio. Es muy suave y... delicada.

—Jessica...

—Es enorme, ¿verdad? —Sus ojos finalmente se encontraron con los míos—. De verdad no se lo diría ni a un alma. Sería nuestro pequeño secreto.
—Mi jodido traje limpio, una nueva taza de café, el archivo de la señorita esposito, y un mensaje para el señor Bach acerca de que llegaré tarde. Ahora.

—En realidad me encanta la forma en que te resistes... —Robó otra mirada en dirección a mi pantalón húmedo antes de dejar la habitación.
Suspiré y empecé a secar tanto café como pude. Debería haber sabido que lali era del tipo emocional, debería haber sabido que era inestable e incapaz de comportarse de forma normal al segundo en que me di cuenta de que había creado una identidad falsa para LawyerChat.

Me arrepentí de decirle que quería poseer su coño, y me maldecí por conducir ayer hasta su apartamento.

Nunca mas...

Justo cuando estaba arrancando otra toalla de papel, una voz familiar despejó el aire.
—Bueno, hola... es bueno verte otra vez —
dijo.

Alcé la cabeza, esperando que esto fuera una alucinación —que la mujer que se encontraba en mi puerta en realidad no estuviera allí sonriendo. Que no estuviera avanzando con su mano extendida como si no fuera la razón por la que mi vida se alteró cruelmente hace seis años.

—¿Va a estrecharme la mano, señor lanzani? —Alzó una ceja—. Ese es el nombre que usas estos días, ¿verdad?

La miré fijamente mucho rato y con dureza —notando que su una vez sedoso cabello negro ahora estaba en un corte estilo bob. Sus ojos verde claro todavía eran tan suaves y seductores como los recordaba, pero no tenían el mismo efecto.

Todos los recuerdos que intenté suprimir durante los últimos años se presentaban de repente justo enfrente de mí, y la sangre bajo mi piel empezaba a hervir.

—¿Señor lanzani? —preguntó otra vez.
Cogí mi teléfono.

—¿Seguridad?

—¿Estás jodidamente bromeando? —Colgó el teléfono de un golpe—. ¿No vas a preguntar por qué estoy aquí? ¿Por qué vine a verte?

—Hacerlo implicaría que me importa.

—¿Sabías que cuando la mayoría de la gente es sentenciada a prisión, reciben paquetes de ayuda, órdenes de pago, incluso una llamada de teléfono en su primer día? —Apretó la mandíbula—. Yo recibí los papeles del divorcio.

—Te dije que escribiría.

—Me dijiste que te quedarías. Me dijiste que me perdonabas, me dijiste que podríamos empezar de cero cuando saliera, que estarías justo allí...

—Jodidamente me arruinaste, martina. —Le lancé una mirada feroz—. Me arruinaste, y la única razón por la que dije esas estúpidas cosas fue porque mi abogado me dijo que lo hiciera.

—Así que, ¿ya no me amas?

—No contesto preguntas retóricas —dije—. Y no soy un experto en geografía, pero sé malditamente bien que Carolina del Norte se encuentra fuera de Nueva York y es una violación directa de tu libertad condicional. ¿Qué piensas qué sucederá cuando descubran que estás aquí? ¿Crees que te harán completar la sentencia que más que jodidamente te mereces?
Jadeó.

—¿Me delatarías?

—Pasaría mi auto sobre ti.

Abrió la boca para decir algo más, pero mi puerta se abrió y el equipo de seguridad entró.

—¿Señorita? —El jefe de seguridad, Paul, se aclaró la garganta—. Vamos a necesitar que desaloje la propiedad ahora.

martina me frunció el ceño, sacudiendo la cabeza.

—¿De verdad? ¿En serio vas a permitir que me echen como a alguna clase de animal?

—Una vez más, retórica. —Me senté en mi silla, haciéndole un gesto a Paul para que se librara de ella.

Dijo algo más, pero desconecté. Ella no significaba una mierda para mí, necesitaba encontrar a alguien online esta noche, así podía sacar su maldita aparición repentina e indeseada de mi mente.

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