9| Quiero dártelo todo

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Naruto se abrió camino a través del bosque dando patadas y manotazos a su alrededor

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Naruto se abrió camino a través del bosque dando patadas y manotazos a su alrededor. Era un imbécil. ¿Cómo se podía ser tan duro de la cabeza? Sabía que hablarle de la prostituta sería una equivocación. Pero lo había hecho de todos modos. Había querido ser honesto con ella. No ocultarle nada de lo que había sucedido. Le había abierto su alma, por el amor de Dios. Y ella lo había echado a la calle.

¿Acaso no había aprendido nada de los errores de Menma? Las mujeres no entendían las necesidades más primitivas de los hombres, y las de Naruto eran mucho más primitivas que las de la mayoría de ellos. 

¿Qué problema había en utilizar los servicios de una prostituta de vez en cuando? No veía que tuviera que avergonzarse de nada. La mayor parte de los hombres de su clase lo hacía. Incluso los casados. Y él era un hombre soltero.

Había sido ella la que había insistido para que se lo contara. «Vamos, no me escondas nada. Cuéntame lo que pasó... ¿Quién era?» Pues no debería ir haciendo tantas preguntas si en realidad no quería conocer las respuestas.

Había tenido la secreta esperanza de que Hinata fuera distinta a las demás. Había algo entre ellos... Una conexión que no sabía cómo explicar, que no quería explicar. Sólo deseaba disfrutarla.

Y ahora ella estaba furiosa con él por algo que había hecho antes de conocerla. Era un completo idiota.

Naruto se detuvo en seco al ver luz en una de las ventanas delanteras de casa de los MacInuzuka. ¡Maldita fuera! Lo último que necesitaba en esos momentos era tener otra conversación con Kiba. No le apetecía escuchar más advertencias sobre su relación con Hinata Hyūga. Bueno, siempre podía pasar la noche en los establos.

O tal vez lo que tenía que hacer era recoger sus cosas y regresar a Londres. Inmediatamente, rechazó la idea. Necesitaba a Hinata para que lo curara. Maldición, la necesitaba.

Las cosas nunca le habían resultado fáciles. No sabía cómo lo hacía, pero siempre acababa eligiendo el camino más complicado. Debería ir aprendiendo después de una vida llena de equivocaciones.

¿Qué tenía que hacer para que lo perdonara? ¿Regalarle flores? ¿Joyas? ¿O simplemente disculparse? No sabía por dónde empezar. ¿Qué le diría? ¿Siento haberme acostado con otras mujeres antes de conocerte? 

Menudo hombre sería si no hubiera estado con ninguna a los veintiséis años. Sería el hazmerreír de los licántropos.

—¿Piensas quedarte ahí parado toda la noche? —le preguntó Kiba desde la puerta de entrada.

¡Claro que, no! Encorvando la espalda, Naruto se dirigió hacia su amigo.

—Me parece que necesitas una copa.

Quizá Kiba tenía razón. Subió la escalera.

—¿Qué haces levantado a estas horas? —le preguntó.

El Encanto de un LoboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora