Le hice un gesto con la mano para que se callara y, con calma, cogí el agua y me la bebí. Engullí el resto del agua, pensando para mis adentros que sólo me dolerían las palmas de las manos si me daba la vuelta y le daba una palmada en la espalda por comportarse como un capullo tan escurridizo.
El cuenco de ramen seguía humeante, pero no me apetecía nada comer, pero necesitaba saciar mi hambre, y no podía desperdiciar lo que Aiden había cocinado para mí, así que tragué despacio y lo engullí. Él no me seguía el ritmo, sino que lo hacía rápidamente, ofreciéndome kimchi, dándome agua o simplemente estudiando mi complexión.
Aiden no volvió a decir nada sucio y todo siguió como siempre. Me sentí aliviado de haber terminado por fin con esta larga historia.
"Yo lavaré los platos".
"No, gracias. Lávate la cara primero".
Vacié el tazón y golpeé la bola primero, pero Aiden no estaba teniendo nada de eso. Me levanté, frotándome las comisuras de los ojos, preguntándome si tendría un ojo morado. Aiden no me miró ni un segundo y se dirigió directamente al lavabo.
Me quedé mirando el fregadero bajo durante lo que me pareció una eternidad. No, no el fregadero, sino el hombretón que había delante. Me sentí mal por obligarle a fregar los platos cuando ni siquiera los lavaba en su propia casa.
"Ayudaré".
Los platos del desayuno estaban amontonados y tardaría más de lo que pensaba en terminarlos. Aiden se puso a mi lado y me miró incómodo mientras abría el grifo.
"Estás abriendo agua fría".
"¿Qué es fría? Yo uso agua fría para lavarme las manos".
Dije sin rodeos, y enjuagué el cuenco que Aiden había dejado cubierto de burbujas. Aiden se agachó de su tamaño, temiendo que pudiera salpicarme o golpearme con el brazo.
El espectáculo era tan divertido que de vez en cuando levantaba la vista hacia su cara, que era una mezcla de mirada fija cuando establecía contacto visual conmigo, y ocasionales miradas de soslayo o intensa concentración en los platos. Me encogí, intentando ser lo más considerado posible, temiendo tocarle el costado por si estaba siendo insensible.
Cuando terminé de fregar los platos y secarme las manos, Aiden cogió una toalla del tirador del armario. Envolvió mis manos mojadas con la toalla y las apretó con fuerza. Aún tenía las manos mojadas, pero él no pareció darse cuenta. Fue una sesión de lactancia muy lacrimógena. Me pregunté hasta qué punto mi padre debía de haberle lavado el cerebro para que me cuidara tan obsesivamente mientras yo dormía.
"Ya te he dicho que no voy a hacerlo todos los días".
"¿Qué quieres decir?"
No sabría decir si realmente no lo entendía o si fingía no hacerlo. Me froté deliberadamente las manos envueltas en la toalla para limpiar las manos de Aiden y luego me aparté.
Cuando Aiden volvió a su habitación, se acercó al edredón abierto, con aspecto muy cansado. Se había levantado temprano, con desfase horario y, obviamente, nervioso por contarme su secreto. Le di una palmadita en la espalda, pensando que sería mejor que nos miráramos a los ojos durante un rato.
"No vuelvas a poner el edredón, duerme en mi cama".
preguntó Aiden tímidamente mientras me sentaba en la silla de mi escritorio y abría el libro de problemas.
"¿Te parece bien?"
"Claro.
Me tumbé boca abajo en la cama, temerosa de dejarle terminar la frase, porque secretamente esperaba que lo hiciera. Fue extrañamente reconfortante verle apartar las mantas y esconderse bajo ellas, manchado con mi olor corporal. Soy incapaz de protegerle, pero al menos mi edredón de verano le mantendrá caliente mientras duerme.
ESTÁS LEYENDO
EL MARISCAL DE CAMPO Y SU GENTIL BOSQUECITO
Novela JuvenilTraducción de novela Autor : Marwan Esta novela no es mía todos los derechos de autor son del autor de esta novela yo simplemente se los quise compartir en mi idioma. Bosquecito, un chico que tiene los pulmones débiles desde el día en que nació, aba...