44| Enamora-dos

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El constante sonidito del despertador se cuela en mi mente, borroso y molesto, tal como lo que su función representa: acabar con tu paciencia y sacarte del sueño por obligación

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El constante sonidito del despertador se cuela en mi mente, borroso y molesto, tal como lo que su función representa: acabar con tu paciencia y sacarte del sueño por obligación.

Y que fastidio saber que debo irme, o bueno, saber que llegó la hora de juntar las maletas.

Me remuevo en la cama, el colchón hundiéndose bajo mi peso. Y en cuanto intento erguirme para tomar mi teléfono, todos los recuerdos de la noche anterior se hacen presentes en mi cabeza.

Tengo a Emmy durmiendo en mi pecho, ambos estamos cubiertos por una sábana. Al parecer solo cubiertos por eso.

Mierda. Me llevo la mano al cabello y me la paso también por el rostro, somnoliento.

¿A qué hora habremos dormido?

¿Su madre está en la casa?

Con un poco más de esfuerzo estiro el brazo hacia la mesita de noche. Cinco de la madrugada muestra la pantalla de mi móvil, y el brillo de esta ocasiona que entrecierre los ojos. Todavía no ha salido el sol, por lo que mi vista aún no se acostumbra a la luz en lo absoluto.

Intento moverme con cuidado para no despertarla, pero siento cómo se aferra a mí, murmurando algo inaudible. Suspiro, sabiendo que este momento es tan dulce como amargo.

Me recuesto de nuevo, tumbando un poquito brusco la cabeza contra la almohada.

De verdad que no me quiero ir, pero tenerla al lado ahora lo hace incluso peor. Frunzo los labios, observando con disgusto la situación.

Ya sin remedio, le acaricio el cabello suavemente, lo hago de tal manera porque que está un poco enredado. Su rostro sereno y los labios ligeramente entreabiertos me transmiten paz, esa misma que creo que siente ella para dormir tan tranquila a mi lado.

Sus hombros cubiertos de manchitas me parecen tiernos, es como si hubieran usado un pincel y la salpicaran como si fuese una pintura. Una preciosa obra de arte.

—Si me sigues viendo así, te echaré de la cama —murmura para mi sorpresa. Sus ojos siguen cerrados.

—¿Cómo...?

—Tu despertador es un dolor de tímpanos.

Sonrío un poco.

—Esa es la idea ¿no?

Se acurruca más, cosa que me encoge el corazón.

—¿Dormiste bien?

—Creo que eso debería preguntártelo yo a ti.

—No te hagas el caballero ahora —ríe entre dientes—. Pero sí, yo dormí bien.

—Qué bueno... Pero —escucho un quejido por parte suya—, a las doce sale mi vuelo. Tengo que ir a la mansión a buscar mis cosas... Resolver algunos temas... Y aunque la cama me reclama a gritos, de verdad que tengo que ir al baño. Mínimo tengo que cepillar mis dientes. Porque anoche, cierta personita no dejó que me bañe.

Qué Asco El AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora