Las niñas volvieron a la escuela. Erin pensaba una y otra vez en lo que Mashiro le había dicho. Su propio marido le estaba haciendo la vida imposible, y la única persona capaz de ayudar era una niña, japonesa, de pelo rosa y solo con seis años. Pero gracias a ella, es posible que las cosas acabaran bien. Lo que ella seguía sin entender era eso de un ángel. Si se supone que Esufnoc acabó siendo un demonio...¿no se supone que ella tenía que acabar igual? Nada tenía sentido, por lo que era mejor seguir así: caminar sin rumbo alguno. Madre e hija pasaron la tarde como siempre. Cenaron y se fueron a dormir.