Erin volvió a casa, ya que era la una de la tarde, y Nerissa terminaba la escuela. Preparó la comida lo más rápido posible, para que cuando Nerissa llegara, todo estubiera preparado. Cuando llegó, comenzaron a comer. La niña miraba a la madre, extrañada.
-¿Qué pasa, Nerissa?-preguntó Erin.
-Estás vestida.-dijo Nerissa, mientras seguía comiendo.
La madre no dijo nada, hasta que se atrevió a preguntar:
-Y...¿Qué pasa por estar vestida? ¿Te molesta?
-No necesitas vestirte para estar por casa. Y no veo ninguna bolsa de la compra por aquí, así que... no te sirve de escusa el "He ido a comprar".-dijo la niña, con algo de chuleria.
Erin tragó saliva. En el rostro de Nerissa se podía ver una pequeña sonrisa.
-Te pillé. ¿Dónde has ido, mamá?
-Se supone que solo tienes seis años...deja de ser tan inteligente.-dijo la madre.
-Simplemente me fijo en lo que haces. Cuando vas a comprar, siempre dejas una bolsa de en algún lugar. Aprendí de la mejor investigadora.
Las dos se miraron. Erin suspiró, y a regañadientes respondió a la pregunta.
-He estado en comisaria.
-¿No se supone que...?-dijo Nerissa
-Si, se supone que estoy de baja, pero me parece a mi que las cosas están demasiado complicadas.
Nerissa miró a madre."¿En qué estará pensando?"
-¿Contra qué luchas?-preguntó.
-Contra lo que tengo que luchar: tu padre.-respondió la madre.
-Escuchame, mamá. ¿Quién es papá?
El rostro de Nerissa era serio. Era la primera vez que la niña se comportaba de forma seria, razonable...como una adulta.
-Papá es...
-No pretendas engañar a la verdad... Ese libro lo dice. Es un demonio. ¿Cómo luchar contra eso?-interrumpió Nerissa- Aún no sabes si está muerto de verdad.
-Su cuerpo está...
-Ya, su cuerpo. ¿Seguro que es su cuerpo?
Erin continuó comiendo. Ignoró a su hija por completo, y esta hizo lo mismo. Ya casi era la hora de volver a la escuela. Erin se quedó dormida en el sofá. Su hija se levantó y se fue, sin decir nada. La madre se despertó una hora antes de que Nerissa volviera a casa. La tele estaba apagada, igual que las luces. Comenzó a pensar en lo que su hija le dijo. ¿Y si resulta que era verdad? No podría continuar con la investigación. Lo que le acercaba a su marido era el caso, el libro, su hija...y seguramente ella misma. Pasó una hora. La niña ya había llegado a casa. Merendó y comenzó a hacer los deberes. Erin miraba de reojo a Nerissa. Parecia preocupada. Seguramente Mashiro ya le había dicho algo. Apartó la vista y se levantó, para ir a su habitación. Cogió el libro "Esufnoc" y continuó leyendo.
"Los días para Esufnoc se volvían grises. No sabía que hacer, así que se pasaba el día en comisaria, investigando. Veía a su mujer cada noche, haciendo que él se asustara. Estaba solo, sin nadie que le ayudara. Llegó al extremo de creer que había enloquecido, con tal de meterse en la cabeza que su mujer no la visitaba." Era extraño. La última vez que Erin había leido el libro, no iba por esa parte. En ese momento, picaron a la puerta.
-¡Voy yo!-gritó la niña.
La madre salió de su habitación, con las manos en los bolsillos del pantalón. Una cabellera rosa se asomaba por la puerta. Era Mashiro.
-Perdón por no avisar, pero tengo algo importante que decír. Y no solo a tu madre, Nerissa. A las dos.
Yo me acerqué a la niña, que aún estaba en la puerta, esperando a que le dieran permiso para pasar.
-Puedes pasar, Mashiro. No hace falta tanta formalidad.-dijo Erin.
Ella asintió con la cabeza y entró. No tenía ningúna expresión en la cara. Las tres se sentaron en la mesa. En ese momento, el rostro de Mashiro comenzó a cambiar.
-Supongo que tienes algo que decir.-dijo Erin.
-Si, supongo que si. No he venido a jugar con las cartas. Solo os voy a pedir cinco minutos de vuestro tiempo.-respondió.
Mashiro miró a las personas presentes y suspiró.
-Erin, está en peligro.
Madre e hija se quedaron en silencio, cuando una decidió hablar:
-¿Cuál peligro, Mashiro?-dijo Nerissa.
-Se está metiendo en un terreno peligroso. Yo dije que os cuidarais. Lo del libro se cumpliría, y que yo intentaría cambiar el final, pero no puedo cambiarlo cuando la história no se cumple.
-¿A qué te refieres?-preguntó Erin.
-Me refiero a que tú no sigues el rumbo de la história. Tu marido hará lo posible para que se cumpla, aunque eso implique matarte y controlar tu cuerpo con un alma esclava.
Erin se quedó callada, mirando como Mashiro explicaba. Su cara lo decía todo: no entendía nada. Las tres quedaron en silencio, cuando Erin tuvo que preguntarlo:
-¿Cómo dices?
-Lo has oido perfectamente.-dijo Mashiro.
-No van a matarme para controlar mi cuerpo y...
-Mamá, solo quieren que la história se cumpla. Si eso implica matarte, lo harán.-dijo Nerissa, muy seria.
Erin cerró sus ojos.
-Eso quiere decir que el volver al caso ha sido un error...
-No, ha sido un error volver AHORA. En la história, Esufnoc vuelve al caso, pero vuelve al no tener absolutamente nada más que investigar, dejándole sin pruebas de nada. El caso nunca pudo cerrarse, por ello el se inundó en su frustración -dijo Mashiro.
Erin se quedó pensando. "Él no consiguió nada más... por eso se cerró el caso y acabó su história entre su frustración... ¿Quién le concedió el poder de ser un demonio? Él no debía de ser uno al inicio de la história, por lo tanto... Alguien le ayudaba a todo esto. Esto es...como un bucle. Una persona ayuda a la otra a cumplir la história. En este caso es mi marido, pero... ¿Y si en realidad hay dos encargados? Mashiro y mi marido..."
-Mashiro. Dime una cosa.-dijo Erin, con una mirada penetrante.
-¿Qué quiere saber?
Hubo un silencio incómodo. La madre suspiró. Iba a decir algo, pero un ruido en su habitación la alertó. Miró en la dirección de esta, cuidadosamente. Ella agudizó su oido. Se podían oír unos pequeños pasos.
-Mashiro...
-Dime.
-¿Y tu madre?
La niña la miró.
-Pues...etto...-respondió la japonesa.
-¿Dónde está tu madre, querida Mashiro?-volvió a preguntar Erin.
-Pues...yo...
Erin dió un fuerte golpe en la mesa mientras se levantaba.
-Probemos de otra manera.-dijo.
Se fue a la cocina y cogió un cuchillo. Lo tenía en sus manos. No pretendía usarlo, pero si Mashiro se lo contaba a la policía no pasaría nada, ya que era defensa propia. Su madre había entrado en la casa sin permiso. Con inventarse que creía que era un hurto tenía suficiente.
-Bien, Mashiro. Probemos otra vez.
-¿¡QUÉ HACES, MAMÁ?!-dijo Nerissa alterada.
Erin tenía el cuchillo en el cuello de Mashiro.
-Mmm... no está muy afilado.
Mashiro miraba hacia la habitación de Erin. Al verla, la madre se percató de algo. Abrió sus ojos como platos.
-Dile a tu madre que si me roba el libro, lo pagará caro.
El sonido de la habitación paró.
-Parece que una pequeña amenaza puede con vosotras.
Erin apartó el cuchillo y se dirigió hacia su cuarto, bastante enfadada. De una patada abrió la puerta. Ella solo podía ver una larga cabellera rosa mirando por la ventana.
-Sumimasen, Erin-chan.- dijo Sakura.
-Sigo sin entender lo que eso significa.
-Te pido perdón, eso es todo.-dijo la japonesa, mientras se giraba.
Tenía unas ojeras enormes. No había dormido por días. Era preocupante. Erin nunca había visto en tan mal estado a Sakura.
-Mi aspecto se debe a este libro, Erin. Cada vez que siento que alguien lo tiene en sus manos, me da miedo.
Erin se acercó a ella. Su rostro enfadado daba miedo.
-No deberías tocarme los huevos, Sakura.
-Mi hija te ayuda en todo esto. ¿No deberías agradecerlo?
Erin la miró extrañada.
-Acaso...¿Te lo ha dicho?-preguntó.
-Pues claro. Las dos somos iguales. Ella es tu...ángel de la guarda, por así decirlo, pero...
Sakura empezó a reír.
-Yo era...el demonio de tu marido.