Habían llegado mucho más seguros de lo que a Juanjo le habría gustado admitir, odiaba que Martin tuviera razón, especialmente cuando él no la tenía.
Ahora estaba sentado al borde de la piscina, sus maletas desperdigadas por el suelo de la habitación que llevaba siendo "suya" en esa casa años, signo de quien había llegado con prisa a soltar sus pertenencias. Mientras su mano se sumergía perezosa en el agua, observaba el sol acariciar la vegetación que se extendía por aquel jardín, que durante años se le antojó inmenso, y se permitió disfrutar de una ola de nostalgia apacible.
Aquella casa era uno de sus lugares favoritos en el mundo, embotellando recuerdos de su infancia y adolescencia. Juanjo era una persona muy nostálgica, y disfrutaba de romantizar la vida incluso en el presente. Así era exactamente cómo se sentía en ese momento, la brisa cálida en contraste con el agua fría, la sensación del sol de medio día picando en su espalda y la ausencia de jaleo en una villa que estaba diseñada para estar llena de gente. La familia de Martin estaba instalada ya, pero habían ido al pueblo desde por la mañana, y Alicia, después de acompañarlos, había salido a hacer recados.
Inspiró un momento, disfrutando de la soledad, preguntándose cuánto tardaría Martin en llegar.
Como si de una manifestación se tratase, sintió unos pasos corriendo por el césped hacia su dirección desde el porche, antes de que pudiera girarse propiamente, vió una silueta elevándose por encima de su cabeza. Martin cayó en la piscina casi a cámara lenta, dando una voltereta en el aire y salpicando a Juanjo entero al aterrizar.
Expiró todo el aire de golpe, soltando un taco, mientras se sacudía como un perro y el agua de la piscina hacía olas en pequeña escala.
Observó cómo la cabecita de Martin emergía, sacudiéndose el pelo con un movimiento de cabeza.
— ¿Qué haces aún seco? — le preguntó Martin, tras salir a flote a la superficie y recuperar la primera bocanada de aire.
— Bueno, seco no es la palabra que yo usaría — respondió Juanjo, señalándose el cuerpo lleno de gotas —. Te estaba esperando.
Martin sonrió, desde el agua.
— Qué considerado — contestó, nadando ligeramente en su dirección —. Pero ya te puedes meter tranquilo, estoy aquí para salvarte de los tiburones — dijo Martin burlón.
— Te vas a enterar, niñato — le advirtió Juanjo, con una sonrisa tirando de las comisuras de su boca.
— Para eso vas a tener que alcanzarme primero — chilló, mientras comenzaba a chapotear hacia el lado contrario de donde su amigo se encontraba.
Juanjo se lanzó a la piscina sin pensar, aterrizando en una púa perfecta. Alcanzó a Martin en apenas un par de brazadas, tras localizarlo nadando como si fuera una ranita. Aunque la alberca era grande, él nadaba rápido. El pequeño intentó escurrirse, como un pez resbaladizo, pero cuando llegaron a la zona en la que sólo Juanjo daba pie, tuvo que aceptar la derrota.
Dejó de mover las extremidades, quedando completamente inerte, a la merced de Juanjo. El mayor aprisionó su cintura, acercándolo a su cuerpo.
— Te pillé — jadeó, a espaldas del vasco.
Martin se giró en el agua, enganchando sus piernas alrededor de la cadera de Juanjo. Las manos de su amigo le sujetaron por inercia, sus dedos desplazándose por lo bajo de su espalda.
— ¿Premio o castigo? — preguntó, con fingida inocencia. Juanjo volteó los ojos, pero no hizo amago de soltarle.
— Debería ser castigo — comentó el mayor.
— Oh, no — el tono alarmado de Martin no casaba con la sonrisa juguetona que esbozaba —. ¿Qué vas a hacer conmigo?
Juanjo se quedó pensativo un momento, sus cuerpos estaban separados por muy poca distancia, pudiendo observar cómo los ojos de Martin brillaban reflejando el agua en ellos. Se fijó en las pequeñas gotitas enredadas en sus pestañas y pelo, y en lo cerca que sus labios estaban, tan cerca que sentía su aliento.
Se mantuvieron así en silencio unos instantes, con los ojos incapaces de mantenerse alejados del rostro del otro, respectivamente. Entonces Juanjo aspiró aire con fuerza y, de un momento a otro, ambos estaban sumergidos.
La ahogadilla pilló a Martin por sorpresa, soltándose del cuerpo de su amigo mientras buceaba a ciegas en busca de la superficie.
Juanjo fue el primero en salir, para cuando Martin emergió, boqueando en busca de oxígeno, las carcajadas graves de su mejor amigo llenaban toda la piscina.
— ¡Hijo de puta! — exclamó, refregándose los ojos mientras tosía ligeramente.
— ¡Martin Urrutia! ¡Esa boca! — una voz femenina resonó por el jardín hasta donde se encontraban.
Los chicos la reconocieron en seguida, cualquiera diría que lo estaban reprendiendo por la sonrisa de dicha que esbozó Martin al verla.
— ¡Mamá! — chilló, chapoteando desde la piscina.
Rebeca Horace se acercó con paso lento a donde se encontraban, su vestido negro de lino hasta los tobillos dejaba entrever unas plataformas esparteras que Juanjo sabía a ciencia cierta que serían de alguna marca de lujo. Llevaba una pamela amplia y unas gafas de sol de pasta gruesa, su piel relucía bronceada como si llevara meses en la costa en vez de sólo un par de días.
— Hola, mis niños, qué ganas tenía de veros — saludó con su voz suave y melosa.
Martin salió de la piscina, impulsándose con los brazos en el bordillo, y los ojos de Juanjo viajaron solos de forma descontrolada por su anatomía. ¿Sería él capaz de salir así de bien del agua? El chico le dió un beso a su madre, que le abrazó pese a estar empapado.
— Ahora cuando me seque te doy un abrazo bien, Rebeca — se disculpó Juanjo, ella le hizo un gesto de restar importancia con la mano.
— No te preocupes, ahí estáis más fresquitos, quedaos hasta que esté la comida, la estamos preparando — contestó la mujer, sonriendo cálidamente.
Cuando Rebeca decía "la estamos preparando", generalmente se refería a su equipo de chefs privados, qué cocinaban como los absolutos ángeles. A Juanjo le rugieron las tripas tan sólo de pensarlo.
Le estuvieron contando brevemente acerca de su viaje, Martin mencionó orgulloso lo bien que había conducido, y Juanjo lo apoyó, entre risas, mientras su madre lo felicitaba.
— ¿Y María y Erik? — preguntó Martin, aún de pie en el borde de la piscina. Juanjo estaba realmente intentando no mirarlo descaradamente, porque estaba su madre delante, pero ¿¡en qué puto momento!?
Era la primera vez que se veían en bañador desde hacía tiempo, y, aunque en Madrid pasaban mucho tiempo juntos, el zaragozano no pensaba haberse fijado en eso. No demasiado, no siempre.
— He tenido que sujetar a Erik para que no se lanzara a la piscina con ropa para venir a buscaros — rió Rebeca —. Ambos están cambiándose, supongo que querrán darse un chapuzón antes de comer.
En ese momento, un chillido acompañado de rápidos pasitos se sintió saliendo de la cocina. Erik atravesó el porche a toda velocidad, Juanjo veía cómo iba a arrasar con todo a su paso. Rebeca tuvo la visión de apartarse a tiempo, dando un paso hacia el lado, pero Martin sobreestimó sus posibilidades de detener al pequeño cañón humano.
En menos de lo que canta un gallo, ambos estaban cayendo en la piscina, con un estruendo tremendo. Emergieron entre risas, comprobando la cantidad de olas que habían hecho en el agua, mientras Juanjo y Rebeca los miraban, desde sus respectivas posiciones, con una sonrisa de cariño. El verano había comenzado.
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Chicaaas!!! Que ya estoy por aquí también :) Tenía muchas ganas de adaptar esta historia a fic completo porque últimamente me sale escribir bastante narración y he aprovechado que hoy me ha dado la picada. Decidme qué os va pareciendo, votad y comentad para que vea que os gusta 🩷
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Y nada más, disfrutad de la lectura :)
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He's not afraid // Majos/Juantin fiction
FanfictionDonde a Martin no le asusta nada, excepto admitir sus sentimientos por su mejor amigo o Donde Juanjo vive una vida de lujos que no le corresponde, por estar cerca de su mejor amigo Martin . . . Adaptación del AU "He's not afraid" 💫🏆🍸 de mi cuenta...