He's not afraid // Majos/Juantin fiction

10 El escondite

Holaa :) Perdonadme que os tenga un poco abandonadas, al ser una adaptación de AU suelo publicar primero en twitter (lividiary) y después aquí, por si tengo que narrar algo de lo que va en social media y eso. Si os va gustando hacédmelo saber porfi, me encanta leeros <3

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Pese a las protestas y quejas de algunas de las chicas, todos acabaron accediendo. Martin y Ruslana podían ser increíblemente convincentes, sobre todo cuando respondían a las quejas de los más mayores vacilándoles con que eran unos vejestorios y que seguro que ni se acordaban de cómo correr.

— Tenemos que delimitar las secciones de la casa, aunque mis padres no estén, tampoco es plan de ponerlo todo patas arriba — explicó Martin.

— Amore, eso y que si no delimitamos las secciones de búsqueda capaz somos de no encontrar a absolutamente nadie — le contestó Violeta, haciendo reír al resto con su comentario.

Apagaron las luces, dejando un par de ellas encendidas en puntos estratégicos de la casa, para que nadie se comiese un mueble por accidente. Quedaron en que la planta de abajo estaba permitida al completo, excepto los baños y la cocina. Se podían esconder en el porche, y en la zona del jardín que iba desde la casa hasta la piscina, pero no más allá.

— Vale, ¿quién cuenta? — preguntó Chiara.

— Yo si queréis, soy el que más conozco la casa — se ofreció Martin, y todos estuvieron de acuerdo —. Ah, y una cosa más, ¿podemos ir por parejas? Es que me da miedo la oscuridad — pidió, con un puchero.

Juanjo lo escuchaba, con la ceja enarcada, pero no hizo ningún comentario. Las chicas accedieron, y todos formaron parejas menos Naiara, que fue a formar equipo con Lucas y Álex. Martin, por supuesto, no había tardado ni un segundo en agarrar posesivamente la mano de Juanjo. Ruslana y Violeta fueron las primeras en salir corriendo, seguidas por Denna y Chiara, que se perdieron en la negrura del interior de la casa.

Cuando ambos amigos se quedaron solos en el porche, sólo iluminados por la claridad que daba la luz de la piscina de noche y algunos farolitos colocados alrededor del jardín, Juanjo encaró a Martin.

— A ti no te da miedo la oscuridad, pedazo de sinvergüenza — comentó, sin poder contener una mueca de risa.

Martin se encogió de hombros, con una sonrisa malévola.

— Pero así es más divertido — contestó, simplemente.

Cuando terminaron de contar, advirtieron a sus amigos de que empezaba el juego.

— ¡Que vamos! — gritó Juanjo, obteniendo como respuesta el eco de su propia voz, rebotando en las paredes.

Trató de no pensar en cómo Martin no le soltó la mano en todo el camino, demasiado ocupado intentando no tropezar en la oscuridad. Entraron al salón convencidos de que habría alguien ahí.

Cuando sus ojos se acostumbraron a la falta de luz, visualizó la inequívoca figura de Chiara, tirada en el sofá y, supuso, tratando de cubrirse con cojines. Le dió un poco de ternura tener que pillarla tan pronto, pero habían venido a jugar. Le señaló a Martin la figura de su amiga, y este asintió, acercándose.

— Kikii... — canturreó el vasco —. ¡Te pillé! — exclamó, ponienndo ambas manos sobre ella, y asustando al montón de cojines del sofá.

— ¡No vale! — protestó la chica.

— Claro que vale, Chiarita, estás pillada — sentenció Juanjo. La inglesa se fue al porche, con gesto de derrota, y ambos continuaron su búsqueda.