22 Daylight fest

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A Martin le costó tres años reunir la valentía necesaria para declararse a Juanjo. Recordaba perfectamente el momento donde se dió cuenta de que aquellos sentimientos que su amigo le despertaba tenían un nombre, jugando al pilla-pilla una tarde de sobremesa en el campo. Tenía diez años, y como era muy pequeño, para él el significado de "gustar" era apenas un anhelo infantil de mariposas en el estómago cuando se veían, nervios al rozarse la mano, el hecho de que todo lo que el mayor dijese fuera tan gracioso que sólo podía soltar risitas tontas.

Creció pensando que la amistad se sentía así, pero cuando entró en la preadolescencia descubrió, hablando con sus amigas, que estaba equivocado.

Era un niño bastante tímido, y, durante aquel tiempo de autodescubrimiento y cambios, deseó muchas veces que aquellos sentimientos desaparecieran. Era de lo más inconveniente, porque ya le costaba suficiente trabajo que Juanjo lo tuviera en cuenta como para además luchar contra los nervios extras que suponían tener al mayor cerca por cualquier motivo.

Como no se veían a menudo, hubo muchos períodos en los que Martin pensó que "la obsesión", como él lo llamaba, había pasado; pero cada vez se reencontraban y lo veía de frente, la reacción de su cuerpo evidenciaba que se equivocaba.

El verano antes de que Juanjo cumpliera quince fue uno de esos momentos.

Martin llevaba tres años intentando olvidarse de que sus sentimientos por su mejor amigo iban más allá. Mientras estaba en Bilbao se había encaprichado de otros niños en el cole, consiguiendo distraerse por algún tiempo de que, a 273 kilómetros (sí, lo había buscado) vivía el chico que opacaba a todos los demás. Sin embargo, al reencontrarse en Marbella volvió a sentir absolutamente todo.

Le avergonzaba la magnitud de lo que Juanjo le despertaba, temeroso de ser demasiado obvio y que su amigo se diera cuenta, resultando en odiarlo para siempre.

Juanjo, por su parte, parecía existir absolutamente ajeno a lo que provocaba en su amigo más pequeño. Para él era solamente eso, su mejor amigo. Disfrutaba de pasar tiempo con él, jugando y charlando, y no le daba vueltas a que pudiese haber algo más allá.

Por eso, cuando Martin le escribió aquella carta, le pilló absolutamente con la guardia baja.

El menor había pasado la noche anterior sin pegar ojo, pensando en si meterla en su equipaje y que la encontrase una vez hubiesen dejado Marbella. Descartó aquella idea porque, en realidad, quería saber su respuesta, quería ver su reacción.

Decidió entonces simplemente dársela en persona.

— ¿Qué es esto? — preguntó Juanjo, mirando con curiosidad el papel que Martin le extendía.

El menor estaba parado en medio del pasillo, colorado hasta las orejas y paralizado de miedo.

— Léelo. Es que me da vergüenza decirlo en alto — explicó.

Juanjo asintió, tomando la pequeña cartita doblada, rozando la mano de Martin en el proceso. La abrió y comenzó a leerla.

A Martin aquellos segundos en los que los ojos de Juanjo recorrieron las líneas que había escrito se le antojaron eternos, observándolo fruncir el ceño a medida que avanzaba. Sabía que había sido un poco peliculero, porque literalmente le había dicho que no esperaba que hiciera nada con respecto a sus sentimientos, pero realmente necesitaba quitárselos de encima para poder seguir hacia adelante.

Si la carta hubiese caído en las manos equivocadas, habrían pensado que aquello era un absoluto despropósito, y que a los trece años no se podían sentir cosas con aquella profundidad. Pero habría estado equivocados, porque para Martin estar enamorado de Juanjo era un lastre. Era una ilusión frustrante que le hacía sufrir y sólo generaba distancia entre ellos. Lo había intentado todo, pero ni todos los poemas, canciones y esbozos que le dedicó sirvieron para dejarlo ir, ni siquiera un poquito. Así que sólo le quedaba una opción: declararse.

He's not afraid // Majos/Juantin fictionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora