27 Compatibles

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Martin estaba por todos lados. Su saliva, el calor que emanaba su cuerpo y el olor de su piel, su barba de dos días, áspera; rozando contra sus mejillas, creando una fricción que podría ser incómoda si no estuviera tan malditamente hechizado. Las manos del más pequeño acariciaban los antebrazos de Juanjo  mientras que él hacía esfuerzos por mantenerte en esa incómoda posición sin aplastarlo. A Martin le gustaba la sensación de sus músculos flexionándose, haciendo fuerza para estar así encima de él.

El vasco subió una de sus manos al cabello de Juanjo, enredando sus dedos entre las hebras sin dejar de besarlo ni un segundo, las respiraciones jadeantes llenaban el salón cuando se separaban, apenas un momento, a tomar aire.

Juanjo se separó, rojo del esfuerzo y la excitación, dejándose caer hacia atrás dramáticamente y aterrizando entre los mullidos almohadones del sofá. Martin se rió, observándolo, aún tumbado con la ropa desordenada y las piernas en la misma posición que Juanjo las había dejado, con la mirada perdida y una sonrisa tonta.

Habían empezado viendo una peli, por supuesto.

Sus familias habían salido a pasar el día en el club de campo, contando con la suerte inmensa de que se habían llevado también a María, Julia y Erik . La historia oficial era que los chicos se habían quedado en casa descansando, viendo una película en el salón porque aquel día no les apetecía salir. Pero no les apetecía salir de entre los brazos del otro, más bien.

Llevaban días así, perdidos el uno en el otro, imprudentes, demasiado ocupados pensando en volver a ponerse las manos encima para prevenir cualquier mal escenario. Demasiado cerca como para querer hacer otra cosa que contar a besos una a una las pecas y lunares que cubrían el cuerpo del otro, y equivocarse, y volver a empezar.

La cita-no-cita había funcionado perfectamente como campo de prueba ante la perspectiva de estar juntos. Realmente juntos. Y Martin sentía que quizás podría funcionar, sorprendido porque las cosas fueran tan bien, rindiéndose poco a poco ante la idea de ser así de compatibles.

— No puedo más, me muero de calor — se quejó Juanjo, sin resuello.

Martin rió.

— Voy a poner el aire más fuerte — propuso, sin ninguna intención real de levantarse a controlar el termostato.

— ¿Recuérdame por qué hemos decidido que aquí era buen sitio? — comentó Juanjo, mirando hacia arriba con aire reflexivo. Martin volvió a soltar una risa entre dientes.

— Porque te has calentado y a ninguno se nos ha ocurrido cambiar de lugar.

Juanjo levantó la cabeza de entre los cojines, brevemente, con expresión de indignación.

— ¡¿Me he?! Querrás decir me has — hizo énfasis en la palabra — calentado. Además, me vas a dejar a mí de hormonado cuando tú estás igual.

El vasco se encogió de hombros, mostrando los hoyuelos, sin una pizca de arrepentimiento.

— A mí me gusta el sofá — contestó —. Además, pienso liarme contigo sobre todas las superficies de la casa.

Juanjo le lanzó un cojín, volviendo a ponerse rojo hasta las orejas. Martin lo esquivó sin hacer mucho esfuerzo.

— ¡Martin! — exclamó escandalizado —. ¿Cómo vas a decir eso, por dios?

— Porque es verdad, y no te pongas pudoroso ahora que con dos besitos de más se te suelta la lengua — dijo el menor, arrogante —. Figurado y literal — añadió, tras un momento, haciendo a Juanjo reír.

— Joder, eres increíble — expresó el mayor, negando con la cabeza.

Ambos seguían tirados, en extremos opuestos del sofá, pero con las piernas enredadas.

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⏰ Última actualización: 3 days ago ⏰

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He's not afraid // Majos/Juantin fictionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora