Siesta

129 9 21
                                    

Me desperté con la sensación de que hoy sería un día tranquilo. Después de todo, era raro que algo emocionante sucediera un lunes por la tarde. Nunca espero nada de los Lunes, estoy seguro de que es igual para todos.

Ya voy acercándome a la escuela y veo a algunos alumnos pasar cabizbajos o bostezando, ¿Que pasa? ¿También les pesa este día? ¡Es normal!

Siempre es lo mismo, con sólo verlos ya me dieron ganas de volver a mi dulce y cálida cama. De solo pensarlo me dieron ganas de bostezar, mis labios iban abriéndose poco a poco y mi mano se disponía a cubrir mi expresión risueña.

- Nishikata.

- ¡Ah!

Sentí una suave palmada sobre mi hombro acompañada de la única voz que me levantaba por las mañanas, así el cansancio me matará siempre lograba de alguna forma animarme el día.

- Tranquilo, soy yo — dijo asomándose a mi vista —

"Si, claro que eres tú" es lo que le diría si tuviera el valor.

- Estoy tranquilo... — mentí reprimiendo mis verdaderas palabras —

- Je...buenos días Nishikata — una vez más me dio la bienvenida con una sonrisa —

- Buenos días Takagi-san... — yo también sonreí, como agradecimiento a que iluminará mis días, incluso uno como este —
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.

La clase de matemáticas había sido particularmente aburrida, y ahora teníamos un largo período de estudio libre. Decidí que sería una buena idea repasar un poco antes del próximo examen, así que saqué mis libros y me dispuse a estudiar.

Takagi, como de costumbre, estaba sentada a mi lado. Al principio, estaba revisando sus propios apuntes, pero pronto noté que su ritmo de lectura se estaba ralentizando. Al levantar la vista, la vi luchando por mantener los ojos abiertos.

— Hey, Nishikata... — murmuró, su voz sonaba más suave de lo habitual —

— ¿Qué pasa, Takagi-san? — respondí, tratando de sonar normal a pesar de la repentina aceleración de mi corazón —

— Estoy un poco cansada... — dijo, sus ojos parpadeaban lentamente —

Antes de que pudiera responder, ella cerró los ojos y, en un movimiento que me tomó completamente por sorpresa, se inclinó hacia mí, apoyando su cabeza en mi hombro. Mi primer instinto fue moverme, pero me detuve al ver su expresión pacífica. Era la primera vez que la veía tan vulnerable, y eso me dejó sin palabras.

Mi mente estaba en caos. ¿Qué debería hacer? ¿Despertarla? ¿Quedarme quieto? Cada segundo que pasaba, sentía que mi cara se ponía más roja. Intenté moverme lo menos posible, temiendo despertarla. Sentía su respiración suave contra mi brazo y eso sólo hacía que mi corazón latiera más rápido.

 Sentía su respiración suave contra mi brazo y eso sólo hacía que mi corazón latiera más rápido

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Tus bromas me enamoranDonde viven las historias. Descúbrelo ahora