Enfermo

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Estoy muriendo... bueno, al menos eso es lo que siento en este momento. Un simple resfriado me ha derribado por completo. No es la gran cosa, sé que un día de reposo debería solucionarlo, pero ahora mismo, cada parte de mi cuerpo parece estar en huelga. Estoy echado en la cama, preguntándome si realmente valió la pena moverme hasta aquí cuando podría estar igual de miserable en la sala.

La calidez reconfortante que recibí ayer, de alguna manera, no fue suficiente para evitar este destino ¡Demonios, Takagi-san! Si tan solo pudiera culparla por esto, pero en realidad, no tiene la culpa de que me haya resfriado. Aunque, podría burlarse de mí si me viera ahora, y eso solo empeoraría las cosas.

Me giro en la cama, tratando de encontrar una posición menos incómoda. El reloj en la mesita de noche parece estar burlándose de mí también, marcando cada segundo de mi agonía. Quizás debería tratar de dormir un poco más. La fiebre hace que todo sea borroso y pesado, pero mis pensamientos siguen regresando a ella, como si su presencia pudiera curar cualquier enfermedad.

Es curioso cómo el recuerdo de un solo momento puede cambiar la perspectiva de todo. Ayer, cuando Takagi y yo jugábamos y nos confesábamos en el patio, el mundo parecía alentarme a abrirme por completo con ella. Su risa resonaba en mi mente, cálida y juguetona, como un refugio en medio del frío invierno.

Pero ahora, aquí yaciendo en mi cama, todo ese calor parece tan distante. Es como si la enfermedad hubiera apagado temporalmente incluso los recuerdos más vividos y felices ¿Cómo pudo cambiar tanto el panorama en tan poco tiempo?

Intento recordar las palabras exactas que intercambiamos, pero mi mente está nublada por la fiebre. Solo recuerdo destellos de su sonrisa, de sus ojos brillantes mientras me confesaba algo tan íntimo como su aprecio por mi valentía... o mi intento de ser valiente ante ella.

La luz del sol se filtra por la ventana, recordándome que el mundo sigue su curso afuera. Todos deben estar en la escuela, Takagi está allí también, riéndose con sus amigos o planeando alguna nueva broma. Y aquí estoy yo, atrapado en mi cama, deseando poder recuperar esa calidez que sentí ayer.

El sonido distante de la puerta principal me sacó de mi letargo momentáneamente. Mi madre debía de haber regresado del trabajo. Escuché sus pasos suaves acercándose a mi habitación, seguidos por el clic del interruptor de la luz.

- Hijo, ¿cómo te sientes? — preguntó, con su voz llena de preocupación maternal mientras se acercaba para sentir mi frente —

- No mucho mejor que esta mañana — respondí débilmente, apenas era capaz de levantar la cabeza para mirarla —

Ella asintió con comprensión, colocando una mano sobre la mía.

- Toma, te traje un poco de sopa. Deberías intentar comer algo, podría hacerte sentir mejor — sugirió, colocando cuidadosamente la bandeja sobre la mesita de noche —

Agradecí en silencio su gesto, aunque el simple pensamiento de tomar la sopa me hizo sentir aún más cansado. Me esforcé por mantenerme despierto mientras ella abría las cortinas un poco más, dejando entrar más luz natural en la habitación.

- ¿Necesitas algo más?  — preguntó, mirándome con ojos preocupados —

- No, creo que estaré bien por ahora. Gracias, mamá — respondí sinceramente, sabiendo lo afortunado que era de tenerla cerca en momentos como este —

Tus bromas me enamoranDonde viven las historias. Descúbrelo ahora