Los que nos condenaron

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Viserys estaba en sus aposentos, inmerso en su maqueta de piedras de la antigua Valyria

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Viserys estaba en sus aposentos, inmerso en su maqueta de piedras de la antigua Valyria. Sus manos trabajaban con precisión, agregando minúsculos detalles a los edificios que recreaban la gloria perdida de su ancestral tierra. Siempre había sentido una profunda fascinación por la Antigua Valyria y su rica historia, una obsesión que lo mantenía horas concentrado en su tarea, buscando alcanzar la perfección en cada pequeño rincón.

El silencio del cuarto solo era interrumpido por el leve susurro de sus herramientas y su respiración concentrada. De pronto, tres golpes suaves resonaron en la puerta, rompiendo su trance. Viserys frunció el ceño y soltó un suspiro de frustración. "Adelante," dijo sin apartar la mirada de la maqueta, sus palabras cargadas de molestia por la interrupción. La puerta se abrió lentamente, y una figura se asomó al umbral, esperando su permiso para entrar por completo.

Viserys seguía sin levantar la vista, pero su mente ya se apartaba de su refugio de tranquilidad, preparándose para enfrentar la distracción que ahora invadía su santuario personal.

Otto Hightower, la Mano del Rey, entró en la habitación y se detuvo al lado de Viserys. "Buenas noches, majestad," dijo con una voz calmada y medida.

Viserys levantó la mirada, encontrándose con los ojos de Otto. Soltó un suspiro resignado, dejando a un lado su maqueta mientras se acomodaba en el sillón, tratando de mantener la compostura. "Buenas noches, Otto," respondió con un tono sereno pero con un evidente toque de irritación, aún molesto por la interrupción en su momento de tranquilidad.

Otto extendió la mano, colocando cuidadosamente un fajo de cartas frente a Viserys. "Llegaron mas" dijo observando los gestos del rey con atención. "Todas... piden la oportunidad de cortejar a la princesa Rhaenyra."

Viserys tomó las cartas que Otto había depositado frente a él, y una expresión de fastidio cruzó su rostro mientras comenzaba a examinarlas con cuidado. "¿Otra vez?" pronunció con visible desdén, abriendo una de las cartas y sacando una de las tantas propuestas de matrimonio dirigidas a su hija Rhaenyra.

"Esta vez vienen del Norte y del Oeste, majestad. Los señores ansían una gira para poder ver a la 'delicia del reino', así la llamaron," continuó Otto, con una leve sonrisa que intentaba ser conciliadora.

Viserys frunció el ceño mientras leía una de las cartas, el papel crujía bajo sus dedos. "La delicia del reino..." murmuró con un dejo de sarcasmo. "No hay descanso para la corona ni para mi hija, al parecer."

Otto permaneció en silencio, sabiendo que cualquier palabra podría intensificar la irritación del rey. Viserys dejó caer las cartas sobre la mesa, sus pensamientos se mezclaban entre el deber como rey y el deseo de proteger a su hija de la constante presión de los nobles ansiosos por ganar su favor.

Viserys soltó un suspiro ante la sugerencia de la gira, sacudiendo la cabeza mientras seguía revisando las cartas recibidas. "¿Con qué fin? Perderán su tiempo," dijo con sarcasmo, queriendo reírse de la frustración. "La gira solo sirve si mi hija está considerando casarse y ella, te aseguro, no lo desea." Su tono estaba cargado de irritación mientras continuaba abriendo las cartas de matrimonio propuestas ante él.

Prometidos, no amantes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora