Rhaenyra observaba el barco con el estandarte de los Targaryen desvanecerse en el horizonte, alejándose cada vez más de las costas de Driftmark. Sabía que este momento marcaba el inicio de la verdadera guerra. Su corazón estaba pesado, no solo por el dolor que sentía, sino por la sensación de traición que la envolvía. Su hijo había sido mutilado por Baela, un acto que cambió su vida para siempre. La falta de castigo hacia Baela por ser hija de Daemon, solo avivó el fuego de su furia.
Sus ojos seguían la figura imponente de Vhagar, que extendía sus alas y proyectaba una sombra que cubría toda la isla mientras el barco avanzaba con su nuevo jinete. La ventaja que los verdes habían ganado era enorme. Y ella... ¿qué tenía ella? Apenas había conseguido nuevos aliados para su causa, además de los viejos señores que habían jurado lealtad a su padre, muchos de los cuales ya estaban muertos. Solo contaba con un dragón adulto y el joven dragón de Aegon, que aún era joven. Ni siquiera podía considerarlo un verdadero apoyo, dado que Aegon era su rival por el trono. Ni siquiera podía pensar en herederos; su único hijo aún estaba en su vientre, demasiado pequeño para ser considerado un sucesor. Tal vez correría el mismo destino que corrieron la mayoría de mujeres en su familia, morir en el parto y con ello sus preocupaciones acabarían.
Daemon se acercó a ella con pasos silenciosos y se detuvo a su lado. Al principio, no dijo nada; simplemente miró hacia el horizonte, donde el sol poniente bañaba el mar con un cálido resplandor dorado.
Rhaenyra percibió la presencia de Daemon a su lado y lo miró de reojo. Aunque su silencio era palpable, su presencia era un consuelo sólido. La calidez del sol no podía competir con el calor que sentía de su lado.
Con un leve temblor en su voz, finalmente habló. "No puedo contra ellos sola."
Daemon escuchó sus palabras, detectando la sutil tensión en su voz. Una chispa de empatía apareció en sus ojos. Colocó una mano suave en su hombro, ejerciendo una presión reconfortante, como si dijera sin palabras que estaba allí para ella. "No tienes que hacerlo," dijo con voz baja, pero llena de firmeza.
Rhaenyra sintió el consuelo en el contacto de su mano y el apoyo tácito en sus palabras. Mientras miraba el mar, jugueteó nerviosamente con sus anillos, sus pensamientos y emociones enredados. Agradecía su presencia más de lo que las palabras podían expresar.
"Necesito aliados, Daemon," dijo finalmente, volviendo la mirada hacia él. Su expresión estaba cargada de pesar y desesperación. "Los Velaryon son del mar, pero tú y yo pertenecemos al fuego."
La curiosidad iluminó el rostro de Daemon al escucharla. Podía sentir que había algo más detrás de sus palabras, un propósito oculto.
"¿A dónde quieres llegar, Rhaenyra?" preguntó, con una voz áspera pero interesada. Sus ojos estaban llenos de precaución mientras buscaba entender el significado oculto en su rostro.
Se inclinó hacia él con sus ojos fijándose en los de Daemon. Su voz se tornó más baja y seria, cargada de una mezcla de determinación y vulnerabilidad. "Siempre hemos estado destinados a arder juntos. Y yo siempre he querido que seas mi consorte, que nuestros destinos se unan finalmente."
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Prometidos, no amantes.
FanfictionUn matrimonio por obligación no garantiza el amor ni la felicidad a dos jóvenes dragones. El joven príncipe Aegon y la heredera Rhaenyra se ven obligados a casarse, comenzando una relación sin amor, unida únicamente por el Trono de Hierro. Manipulad...