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¡Geto rockstar! Que siempre ha sido bueno con sus manos. Sus dedos, le encanta más que nada usar tu coño antes de un show para "aliviar" los calambres de sus dedos por rasguear las cuerdas de su guitarra.
"Creo que me gusta más esta melodía, nena", te susurra contra la suave cáscara de tu oreja, con los nudillos blancos partidos enterrados profundamente en tu coño. Mientras estás sentada sobre su regazo, tus piernas tiemblan al rozarse continuamente contra sus vaqueros de cuero bajados.
"Lo sé, lo sé", te dice, metiendo y sacando las gordas puntas de sus dedos. En cuestión de segundos, estás cubriendo la totalidad de sus dedos con tus jugos. Mientras tu cabeza se golpea continuamente contra su ancho pecho, te estremeces cuando te golpea tres veces tu empapado y babeante coño. "Mhm, buena chica. Tan apretada alrededor de mis dedos, eso es todo".
La ensordecedora música rock de fondo ruge desde los potentes altavoces: sus compañeros de banda estaban ensayando a última hora mientras su guitarrista principal ocupaba su tiempo haciendo esto.
"S- suguru", respiras agitadamente, sintiendo surgir una sacudida eléctrica en el interior de tu coño. Geto tenía varios anillos que envolvían sus dedos, entrando y saliendo de tu resbaladiza excitación. Cada pocos segundos, oías su risita grave, el fuerte aroma a colonia de diseño flotando contra tus fosas nasales de raja abierta. "Me voy a correr, sugu- suguru, mierda".
"Todavía no", te aprieta los labios contra el interior del cuello y te da otro fuerte azote en los pliegues de la nalga. La palma de la mano se humedece con cada golpe. "Ni siquiera hemos llegado al estribillo", jadeas, sintiendo el temblor de tus muslos cuando sus dedos tocan ese punto una y otra vez. "Vamos, bonita. Vamos a escuchar esas voces descuidadas, ¿eh?"
Todo tu cuerpo se sentía febrilmente caliente. Mientras estabas en su regazo, con la espalda erizada contra su chaqueta de cuero con cremallera, clavabas las uñas en su muslo carnoso.
Ya estabas desplomada, manoseando vigorosamente sus vaqueros de tela granulada. Los dedos de Geto eran largos, delgados y bastante ágiles. Deliciosamente ágiles, te había estirado el coño tan bien que te hacía babear por más centímetros. Sus dedos eran perfectos, y con cada dedo que metía en tus paredes gomosas, sólo imaginabas cómo se sentiría su polla.
Los dedos de Geto tenían la longitud perfecta para rasguear una guitarra, una longitud aún más perfecta para estar enterrando cada dígito directamente en tu coño.
"Joder", te dice al oído, chasqueándote la clavícula con la lengua. Mientras te retuerces en su regazo, sus dos dedos se enroscan en un agarre de bola de bolos. Gimes, tus gemidos suenan tan dulces que se plantea utilizarlos como adlibs para un nuevo single. "Eso es, nena. Empápame los dedos, no te contengas en ser mi chica desordenada".
