Capítulo 15- Replanteo

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Faltaban pocos días para la celebración del Año Nuevo Chino. En esa fecha el trabajo en el restaurante se multiplicaba: había reservas con anticipación, y se agregaban mesas hasta casi duplicar la capacidad del local.

En la cocina, Jiang planificaba la importante fecha al tiempo que atendía los pedidos del día. Daba órdenes a diestra y siniestra, y los ayudantes corrían, con riesgo de tropezar y tirarse encima salsas y fuentes.

Vivianne hacía órdenes de compras y veía el stock de los vinos que se iban a usar en la celebración. Le quedaba una tarea enojosa: preguntarle a Jiang cuáles iba a usar para cocinar. Se concentró en su libreta y simuló que anotaba mientras le preguntaba si ya le había hecho la lista. Jiang ni siquiera la miró cuando le respondió que no. 

—La necesito en media hora. ¿Puedes hacerla?

—No, no puedo. 

—¡Necesito esa lista de vinos, Jiang!

—¡Lárgate de mi cocina! Cuando precise un vino, lo tomaré. ¡Si faltan será tu problema, no mío!

—¡Ésto no puede seguir así! ¡Voy a hablar con el jefe!

Al final Jiang había recibido una reprimenda del dueño de restaurante por entorpecer el trabajo de la sommelier. El chisme de su separación había corrido y se hacían apuestas a ver quién iba a resistir, y quién iba a buscarse otro trabajo.

                       ***

Las celebraciones del año nuevo transcurrieron sin problemas. Jiang se había asomado varias veces al comedor esperando ver a los señores Tian. Iba a saludarlos y de paso preguntarles por YunKai. Pero nunca aparecieron. Un poco más tarde de lo habitual, la caminata hasta su apartamento fue lenta: estaba agotado. Llegó a su casa y abrió una botella de vino para hacer huir la sensación opresiva que ya lo estaba esperando, y reflexionar.

En la relación de engaños que se había armado entre Vivianne, Yunkai y él, no había inocentes. Vivianne ni siquiera había intentado salvar su relación antes de ceder al impulso de salir con un desconocido; Yunkai no debió seducir a una mujer que tenía pareja; él, seguro del vínculo con su novia, la había descuidado. Al final los tres habían terminado heridos.

Vivianne ya no le importaba, pero Yunkai era diferente: aún lo consideraba un degenerado, pero no había un solo día que no pensara en él. Le costaba admitir que cuando recordaba sus besos el corazón se le desbocaba en el pecho. 

No sabía qué estaba haciendo: en su celular puso el nombre completo, «Tian YunKai», para ver si le salía algo. El chico tenía redes sociales, todas inactivas desde hacía meses. Pero en cada una había un contacto conocido para él: Alain. Se decidió a enviarle un mensaje, aunque estaba seguro de que no iba a ayudarlo.

                          ***                                                          

—¡Alo, chèri! ¿Cómo estás?

—Bien, amor. Te extraño... —Yunkai hizo un puchero a la distancia. La voz de Alain se transformó en un susurro dulce:

—¿En serio?

—Sabes que sí...

—Yo también te extraño... ¿Cómo está tu mamá?

—Bien, tratando de adaptarse a su nueva vida. No es fácil, pero ella es una luchadora.

—Por supuesto. Pero algún día van a volver, ¿no? No se van a quedar a vivir allá...

—No creo. Aquí los hombres no me miran, y las mujeres dan un poco de miedo. Todas actúan como jovencitas inocentes, y las insinuaciones están mal vistas…

—¿O sea que eres virgen de China? —Alain lanzó una carcajada que contagió a Yunkai.

—¡Sí, maldición! Llevo meses de abstinencia. ¡Ni yo me reconozco!

Se rieron un rato de sus anécdotas personales, hasta que Alain se puso repentinamente serio: tenía que decirle que Jiang estaba intentando dar con él. La noticia espantó a YunKai: ¿Acaso iba a cumplir su promesa de matarlo? 

Alain lo tranquilizó: el mensaje de Jiang no era para nada violento:

«Necesito hablar con Yunkai para aclarar las cosas. Dile que no estoy enojado, y que nos debemos una charla sincera. Te lo agradezco mucho. Chen Jiang».

—Qué mensaje más raro… —Yunkai estaba curioso pero desconfiado de la nueva actitud de su antiguo vecino—. ¿Qué será eso de una charla sincera?

                        ***

Jiang observaba el atardecer desde su balcón: aún era invierno en París, pero el frío no le quitaba belleza al sol que caía lentamente en el horizonte. Era imposible refugiarse en el calor del apartamento y perderse el espectáculo de la naturaleza. Su teléfono comenzó a sonar. Se le hizo un nudo en la garganta cuando reconoció la voz de YunKai.                                               

Horas después pudo acostarse a descansar, más tranquilo: en una charla larga y sincera se enteró del triste pasado de su antiguo vecino con el padre, y pudo hablarle de sus temores e inseguridades. No se atrevió a confesarle lo que sentía cuando recordaba sus besos, pero todo era cuestión de tiempo: YunKai había escuchado algo en su voz, a la distancia; las típicas dudas que causaba la represión. Debía tener paciencia: algún día ese chinito acartonado iba a caer en sus brazos.

                      ***                                                        

Yunkai fue a Shanghai con la idea de pasear y conocer la ciudad, refinar un poco su escaso conocimiento del chino mandarín, y de paso ver cómo era la sociedad del país de sus ancestros. Para su modo de ser eran bastante raros, pero igual decidió quedarse por más tiempo: consiguió trabajo de administrativo en un gimnasio en donde le pagaban un sueldo no muy alto pero digno, y alquiló un apartamento sencillo en los suburbios. Había cambiado sus trajes costosos por camisetas, tenis y jeans sin marca, pero era libre. Su felicidad fue casi completa cuando su madre llegó a Shanghai. 

Ella le reprochó su silencio de años, y lo obligó a que le dijera todo. YunKai se desmoronó confesando cómo su padre había terminado con su autoestima a fuerza de insultos, humillaciones y golpes. Ella no podía comprender cómo habían pasado esas cosas bajo sus narices y nunca se dio cuenta, y YunKai le explicó que había hecho un esfuerzo sobrehumano para evitar que sufriera. Se llevó unos cuantos reproches de su madre, y luego un abrazo que casi lo ahogó.

Después de muchos atardeceres de lunes en los que, con YunKai, pasaban horas haciendo videollamadas, tomando vino juntos a la distancia y contándose su vida, Jiang tomó una decisión: tenía su licencia anual en marzo, y pensaba irse a Shanghai.

Los enemigos (Finalista Wattys 2024)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora