Capítulo 7 - Cumpleaños

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Era el último día de verano, el clima todavía era bastante cálido, aunque el cielo estuviese cubierto parcialmente con nubes negras. 

El tiempo pasó en un visto y no visto, tuvo un par de ocasiones de ir al lago junto a Zoro a darse un baño, fue muy divertido estar salpicándose con el agua como dos auténticos idiotas, en otras ocasiones también se apuntó Kuina en las que casi le veneró como la diosa del lago, otras solo con Zeff quien se mantuvo fuera mientras dejaba que el chiquillo se divirtiese en el agua atrapando ranas.

- Viejo, me voy al lago un rato. – avisó al terminar de desayunar.

- ¿Hmm? – alzó la mirada de la olla en la que estaba concentrado, era su día libre, pero no solía ir él solo hasta allí o al menos eso creía - ¿Has quedado con el sapo verde?

- No, voy yo solo. ¿Puedo?

- Claro, ve con cuidado. Coge una manzana.

- Aprovecharé que estoy allí para coger algunas moras, no te preocupes. – Cogió la cesta y con un gesto de cabeza se despidió.

Se sabía el camino de memoria, era su lugar favorito después de la cocina del restaurante, más que incluso su propia habitación así que llegó con facilidad hasta el lago que ignoró y fue directo hacia las zarzamoras que también esquivó para llegar tras ellas que era realmente a donde quería llegar: su lugar secreto. No era la primera vez que iba solo y descubrió ese pequeño lugar que decidió convertirlo en su jardín privado, con todo un surtido de flores a su disposición, lo bueno que también tenía es que le ocultaba de miradas curiosas si alguien se acercaba al lago.

Buscó una zona donde tener las flores más a mano y se sentó. Tomó aire lentamente hasta llenar por completo sus pulmones y exhaló del mismo modo, sintiendo como la brisa golpeaba suavemente sus mejillas y mecía su flequillo que Zeff no hacía mucho había cortado al verlo ya tan largo.

- No te olvido, mamá. Eso nunca. – dijo en voz baja con una triste sonrisa.

Eligió unas flores silvestres de tonos púrpuras que entrelazó con unas blancas trenzando delicadamente sus tallos asegurándose de no estropearlo.

- Hace mucho que no hablamos, no quería arriesgarme a que alguien pudiese verme y hoy es un día muy especial.

El viento sopló de nuevo y los vilanos de los dientes de león se separaron de sus filamentos y volaron creando unas hermosas filas que danzaban de un lado a otro como si un pequeño remolino se hubiese formado frente al niño.

- Zeff me cuida muy bien, ayer me dejó hacer la lasaña por mi cuenta, bueno más o menos, dice que aun no se fía de dejarme solo con el horno. – rio entre dientes todavía ocupado con las flores – Patty sigue molestándome con que va a echarme de la cocina y los demás son buenos conmigo. Ah, el cumpleaños de Kuina también fue muy divertido y le gustaron mucho los mochis que le preparé. Fue muy amable diciendo que estaban deliciosos, aunque creo que me pasé de dulce... Zoro lo confirmó después de robarle uno a Kuina, tampoco es que me pueda fiar mucho, a él las cosas dulces no le gustan demasiado.

Continuó trenzando la corona mientras iba hablando en voz alta, como si su madre pudiese escucharla, notando como el viento seguía acariciando su piel con ternura hasta que la terminó y ese viento empujó con suavidad las flores enredadas meciéndolas en el aire junto a los dientes de león.

- Feliz cumpleaños, mamá. – dijo a ese pequeño remolino – Te prometo que todos los años te haré una. Sé que no te gusta verme triste... de verdad que soy muy feliz aquí, pero no puedo evitar echarte de menos a veces, lo siento.

Comenzó a chispear débilmente, una lluvia muy fina y dispersa que se mezclaron con sus lágrimas que se secó rápidamente con las manos. El remolino se acercó a él soplando con fuerza para echarle el pelo hacia atrás revolviéndoselo.

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