Capítulo 14 - Viaje sin retorno

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Un suave traqueteo le despertó, le dolía con horrores la cabeza y aun sin abrir los ojos supo que era de día por la cantidad de sol que podía sentir a través de los párpados. La cama, o más bien lo que creía ser la cama, irradiaba un inusual calor que le hacía sentir bien, como cuando apoyaba su sien en el hombro de Zoro y sentía su calor y aroma hacía tiempo... aroma que podía oler en ese mismo momento. Abrió los ojos de golpe y trató de incorporarse, cosa imposible porque algo le obligaba a estar pegado a su espalda.

El rápido movimiento casi los hizo caer del caballo y Zoro tuvo que maniobrar con rapidez para que eso no sucediera asustando un poco al animal que relinchó por la brusquedad.

- Ten cuidado, Rizado. – dijo el peliverde girando su torso para mirar al rubio que le miraba totalmente confuso.

- ¿Qué hacemos aquí? ¿Dónde estamos? – intentó reconocer la zona sin éxito dándose cuenta de que no estaban en el Baratie ni Shimotsuki - ¡Zeff! ¡Béquel!

- Quédate...

- ¡Cállate! – escupió furioso desatando los nudos de las telas para poder bajar de la montura de un salto, casi tropezando en el suelo por haber estado lo que era probablemente muchas horas sentado sobre el caballo, echando a andar en dirección contraria.

- ¿A dónde crees que vas?

- ¡De regreso a Shimotsuki, maldito secuestrador! - Estaba desorientado y no podía usar su magia para descubrir lo que había pasado en la aldea.

- Fue el viejo quien me dijo que te sacase de allí. – bajó del caballo al detenerlo y seguirlo a pie.

- ¡Esto no es asunto tuyo... ni suyo! – se tambaleó todavía con las piernas adormecidas – Si regreso... si regreso puede que todavía pueda salvarles la vida.

- Ellos saben protegerse.

- ¡No, no saben protegerse de un maldito ejército! – se giró para enfrentarlo – ¡Una cosa son piratas borrachos y otra es saber defenderse de unos asesinos sedientos de sangre!

- ¿Ejército? ¿De qué hablas? ¿No iban unos piratas tras de ti?

- ¿Cuánto tiempo llevamos cabalgando? – ignoró sus preguntas.

- Riza...

- ¿Qué cuánto tiempo llevamos cabalgando! – repitió.

- Toda la noche. – respondió – Tuve que bajar la velocidad un rato para que el caballo descansase y luego seguimos hasta ahora.

- Maldita sea... - se apartó el flequillo de la cara, tirándose del pelo hacia atrás, frustrado por la situación, aunque luego recordó que precisamente sus cejas eran las que le habían metido en ese lio y se recolocó el mechón, mientras su pecho subía y bajaba agitado. – Joder... joder...

- Cálmate.

- ¡No me digas lo que tengo que hacer! – siseó furioso echando a andar de nuevo – Tengo que volver... si me entrego... si todavía están vivos puedo hacer un intercambio.

- ¿Tu vida por la de ellos? Sabes de sobra que Zeff jamás lo aceptará. – se interpuso en su camino para obligarle a detener el paso – El viejo y los demás se han arriesgado por ti, no te atrevas a que su trabajo haya sido en vano.

- ¡Tu no sabes nada! – gritó cabreado - ¡No sabes de lo que es capaz el Germa por recuperarme! A estas alturas habrán quemado toda la aldea, todos habrán muerto y los que hayan sobrevivido estarán siendo torturados ahora mismo. ¿Crees que voy a quedarme de brazos cruzados sabiendo que podrían sobrevivir si no me entrego?

La leyendaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora