Capítulo 16 - Príncipe

347 70 75
                                    

Al día siguiente, al abrir los ojos, Sanji descubrió que compartía habitación con Zoro al encontrárselo en el otro camastro durmiendo a pierna suelta, roncando suavemente cuando el rubio despertó por un mal sueño, tenía las mejillas empapadas. Suspiró aliviado al no ver al peliverde reaccionar, en muy pocas ocasiones a lo largo de su vida se había despertado por una pesadilla a gritos y el pobre Zeff había acudido atropelladamente a saltos por ir a la pata coja para ver que le sucedía, suerte que esta ocasión no fue una de ellas.

Se enjugó el sudor de la frente y se limpió la cara antes de acudir con su nuevo uniforme a la cocina donde ya estaba la jefa dando algunas órdenes y Sanji se puso manos a la obra. Esta quedó maravillada ante la habilidad de su nuevo miembro al notar más esponjosa la masa, con su pericia y su labia pronto se ganó su sitio en esa nueva cocina junto al resto de cocineros. Todo aquel que probaba las nuevas recetas quedaba fascinado y pronto llegaron los halagos felicitándolos por el buen sabor de la comida a pesar de que Sanji solo podía sentir tristeza por no estar en la cocina del Baratie.

Ya había pasado una semana en la que antes de cada comida aparecía Luffy dispuesto a robar algo de comer. Las primeras veces Sanji armaba un revuelo ante el descaro del príncipe, que por muy noble que fuese no estaba bien que asaltase la cocina cada vez que quisiese, así que aprendió la lección de dejar un aperitivo (que más bien era otra ración de comida por todo lo que comía Luffy) a la vista para que la "robase" y así el equipo de cocina pudiese seguir con su labor. Todos se sorprendieron ante el trato del nuevo con el príncipe, pero es que no podía evitarlo, era tan idiota que era fácil dejarse arrastrar por él y como a Luffy tampoco parecía molestarle ganarse alguna patada que otra, nadie dijo nada.

Lo raro es que todavía no hubiese aparecido por allí por la hora que era, ya estaban empezando con el preparativo de la comida y Luffy no había ido a robar su tentempié. Suspiró y dedujo el motivo. Desde que habían llegado, Zoro y Luffy se habían convertido en uña y carne. Donde iba Luffy, Zoro le seguía como su perrito fiel, aunque a veces tenía que ser el moreno el que acababa buscándolo por haberse perdido por el castillo al no haberse acostumbrado todavía, y muy ingenuos eran todos al pensar que algún día se aprendería los caminos para ir desde su habitación a... cualquier lugar.

Cuando Luffy estudiaba forzadamente con su tutor, Zoro aprovechaba su tiempo libre en entrenar en el patio de armas. El capitán de la guardia se interesó en él y le ofreció prácticas de espada que aceptó encantado y demostró su valía derrotando a todos los guardias rasos, desafió al capitán contra el cual perdió, todavía no tenía suficiente nivel como para vencerlo, pero este quedó complacido.

La relación con su antiguo amigo no había cambiado demasiado, apenas se cruzaban ya que Sanji se levantaba muy temprano y se pasaba el día en la cocina para acabar igual de tarde por ser ellos los últimos en cenar cuando las sobras de la familia real y los del servicio terminaban entonces era el turno de estos, recogían, limpiaban y entonces ya se iba a la cama. Es cierto que se hacían turnos, pero Sanji era incapaz de dejar a las cocineras encargarse del trabajo duro y más sabiendo que un par de ellas eran madres, por lo que les dejaba irse antes y él hacía su parte. Los únicos ratos que veía a Zoro era fuera de la habitación y siempre estaba con Luffy, tampoco es que tuvieran oportunidad y tampoco sabía si quería hablar con él y que fuese peor.

Por el rabillo del ojo pudo ver que alguien entraba en la cocina e inmediatamente frunció el ceño al ver a un tipo musculoso silbando con melena castaña por debajo de las orejas sin camiseta e ir directo al plato de Luffy ¿otro con modales de cavernícola? Iba a ignorarlo cuando vio que iba todo dispuesto a coger una patata asada y eso fue el colmo.

- ¡Eh, tú! ¡Quieto ahí! – le señaló desde su sitio, frente a la gran cacerola que estaba removiendo. – Ni se te ocurra tocar eso, no es tuyo.

La leyendaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora