Capítulo 8 - Festival de la cosecha

465 82 89
                                    


- ¡Y esta es mi victoria número trescientos cincuenta!

- Grr...

- Voy a empezar a pensar que te gusta tanto estar en el suelo que quieres que tu pelo forme parte de la hierba, Marimo.

Zoro chasqueó la lengua todavía tirado sobre la hierba del patio del Dojo con Sanji sentado sobre él en la curvatura de su espalda, demasiado acomodado, disfrutando de que Zoro hubiese perdido. Le daban ganas de discutir, pero había ganado limpiamente, aunque se ponía de excusa que como estaba aprendiendo una nueva técnica y fallaba, Sanji aprovechaba para contraatacar. Kuina le había enseñado a Sanji exprimir al máximo su flexibilidad y con los conocimientos de Zeff sin duda el joven cocinero les estaba sacando partido.

- No es justo que solo te diviertas con Zoro. ¿Cuándo terminarás con la tontería de que no pelearás contra mi? – preguntó la morena cruzándose de brazos bajo sus pechos con un puchero en su rostro.

- Mi querida Kuina-chan, ya sabes que para mi eso es imposible. Te agradezco mucho todo lo que me has enseñado durante estos años, pero antes preferiría cortarme las piernas a hacerte el más mínimo daño.

- Sigue soñando, rubio. Jamás me alcanzarías.

- ¿Te crees mejor que yo y que podrías ganar a Kuina solo porque me llevas tres victorias de ventaja? Iluso... - se burló Zoro.

- No eres nadie para hablar, Marimo perdedor.

- ¡Bajate ya, maldita sea!

Sanji se rio y tras revolver ese pelo verde del que tanto se burlaba hizo lo que le pidió, no sin antes molestarle unos minutos más, por supuesto.

Ya había pasado cinco años desde que Sanji llegó a Shimotsuki, tanto él como Zoro tenían ya doce años, ambos habían pegado un buen estirón, el rubio seguía siendo más alto pero a diferencia de Zoro este estaba cogiendo más masa muscular, aun así eso no significaba nada, tenía un par de dientes sueltos que daban fe de que una patada de Sanji podría hacértelos volar si de verdad se lo proponía.

Kuina felicitó a su "discípulo" con un choque de manos, ella tenía ya quince años y sin duda se notaba su desarrollo de niña a mujer, su cuerpo tonificado dejaba clara su fuerza, pero no de forma brusca, tenía una bonita figura de reloj de arena y los pechos habían crecido considerablemente. Sanji en más de una ocasión tuvo que detener a su amiga para que no se rebanase su propio pecho en un ataque de furia cuando ella decía que le molestaban para pelear.

- Bien hecho, Sanji. – le dio un rápido abrazo dejando un brazo sobre sus hombros mientras que el cocinero lo deslizaba a la cintura de ella – Para la próxima apoya una de las manos en el suelo, hará que tengas mejor apoyo y puedas usar más potencia. Sé que te gusta patear su cara, pero si le das en el plexo solar le dejarás sin aliento y podrás rematarlo.

- Es que su cabeza verde me incita a ir a por ella. – rio con malicia.

- Ja, ja. Que gracioso. – gruñó el aludido, no solo por el insulto, sino que odiaba cuando esos dos se quedaban así, abrazados o manteniendo cualquier contacto físico, le disgustaba ver que durante todo ese tiempo estos dos se habían hecho tan amigos y estaban cómodos con su proximidad. No solo Kuina, todas las chicas del pueblo le tenían especial aprecio al rubio con el que mantenía charlas con ellas por cualquier cosa, era malditamente sociable – Yo también apunto a tu cabeza, en concreto a esas ridículas cejas de diana.

- ¿Ya quieres que vuelva a patearte? Porque estoy más que dispuesto.

- No, ni hablar. Dijimos que solo un desafío al día y Zoro ya ha perdido contra nosotros, que espere a mañana. – intervino Kuina – Además, esta tarde quiero ir al festival de la cosecha que harán en la plaza, me he enterado de que este año hay banda de música.

La leyendaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora