Capítulo 13 - Decisiones

334 78 62
                                    

A la mañana siguiente, Sanji descubrió con pesar que Béquel se había ido.

En la cocina no se habló de lo sucedido la noche anterior, hicieron como si nada hubiese pasado. Estuvo toda la noche dando vueltas en su cama, pensando en demasiadas cosas y comprendió que Zeff tenía razón por reprenderle, su mal humor hizo que se enfrentase a unos clientes y respondió con violencia innecesaria para ser al final su padre adoptivo el que pagase las consecuencias.

Aunque no se lo pidió, se disculpó con Zeff quien simplemente le revolvió el pelo y le hizo abrillantar todas las copas del Baratie como castigo, supuso que con eso estaban en paz.

Más tarde descubrió que también se habían marchado los piratas Rompehuesos, aunque eso era algo que le daba bastante igual.

Se le hizo raro que a mediodía no se presentase Patty para el servicio de comida, al preguntar por él la respuesta fue que tenía asuntos que resolver y que no aparecería por el restaurante en una temporada.

Eso le hizo sentirse intranquilo.

Los días se fueron transformando en semanas acercándose la fecha de cumpleaños de Kuina por lo que decidió hacer los mochis que tanto le gustaban. Él no iba a verla el mismo día, sino un día antes, para no molestar a los del Dojo y así Koushiro pudiese estar a solas con su hija si era lo que quería, o en caso de los alumnos también rendirle homenaje, no sabía si Zoro lo haría o no y no quería importunarlo.

Fue al Dojo y llamó al timbre, ya no sentía que podía entrar libremente como hacía cuando era pequeño e iba a buscar a sus amigos, por lo que esperó a que alguien abriera y fue el mismo Koushiro quien lo hizo.

- Me alegra verte, Sanji. – saludó este con su habitual sonrisa amable en los labios, sus sienes estaban salpicadas por las canas, en esos dos años le daba la impresión de que había envejecido al menos diez más de los que eran realmente.

- Buenos días, Koushiro. – hizo una inclinación de cabeza como saludo como solían hacerse entre los espadachines – He traído algo para Kuina-chan. ¿Le importa si puedo ir a verla?

- No hace falta que me pidas permiso para venir a verla, siempre eres bienvenido. – le dio paso y caminó junto a él hacia el patio trasero donde estaba la tumba de su hija.

- Gracias. – No se sentía así sin Kuina en el Dojo y más sabiendo que podría encontrarse con Zoro, cada rechazo por su parte seguía doliendo por mucho que se lo negase a si mismo.

- Te dejaré hablar con ella a solas, luego te haré compañía si no te importa.

- He traído dulces para usted también. – sonrió mostrando su cesta.

- Tan amable como siempre. Prepararé té entonces para más tarde.

Sanji asintió y ya solo se encendió un cigarrillo antes de preparar un pequeño plato con cuatro mochis perfectos del sabor favorito de Kuina con el toque de azúcar espolvoreado. Recordaba a la perfección como reaccionaba cuando se metía uno a la boca, su cuerpo se estremecía mientras lo mantenía en la lengua, lo mordía lentamente y luego se relamía los labios mientras gemía de gusto, para después decir lo deliciosos que estaban.

Sus ojos se llenaron de lágrimas reprimidas. La echaba terriblemente de menos.

Le contó todo lo que había hecho durante todo ese año que no había ido a verla, justo un año porque le parecía irrespetuoso estar entrando al Dojo cada vez que la extrañaba como hacía al principio, Koushiro nunca le impidió el paso, pero como bien le dijo Zoro, no quería ser el recuerdo constante de que Kuina no estaba al hacer esas visitas por lo que se contuvo e hizo un pequeño altar en su escondite del lago junto al altar de su madre. Las dos mejores mujeres que había conocido en su vida y ambas estaban muertas. Deseó de todo corazón que tanto la madre de Kuina como la suya la recibieran con los brazos abiertos y Kuina le contase lo feliz que era Sanji en Shimotsuki. Bueno, todo lo feliz que se puede ser con el corazón roto y la falta de una buena amiga.

La leyendaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora