Capítulo 10 - Sueños

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Le dolía cada músculo del cuerpo, de hecho, había descubierto que tenía unos nuevos, o que siempre estuvieron ahí, y acababa de averiguarlo por culpa del dolor.

Tirado sobre la hierba, su pelo se mezclaba con las hebras verdes y contemplaba las nubes veraniegas, tuvo que enjugarse el sudor de la frente porque casi se le metió en los ojos, el solo esfuerzo de levantar el brazo le hizo gruñir con un quejido ahogado mientras Sanji entraba en su campo de visión fumándose uno de esos cigarrillos que tanto le molestaba por no dejarle oler al propio rubio. A contraluz, seguía tan guapo como siempre.

- Creo que está recuperando fuerzas haciendo la fotosíntesis. – Se burló, siempre era lo suficientemente ingenioso para inventar alguna nueva forma de meterse con él - ¿saldrán flores de su cabeza o algún extraño fruto venenoso?

- Eres insufrible, Rizado.

- Oh, ¿sabes quien soy? Kuina te ha mandado a volar tan lejos que pensaba que o estarías muerto o que no sabrías ni quien eras. – se sentó a su lado con las piernas cruzadas y palmeó su amplia frente un par de veces - ¿sigue hueco aquí dentro? ¿las semillas germinarán algún día?

Le dio un manotazo para apartar su mano, su calidez siempre le hacía ponerse tímido cuando le tocaba fuera de una pelea, además, había algo que le apremiaba más a tratar, por lo que, entre quejidos, se sentó y observó a Kuina que fruncía el ceño con Wado entre sus manos.

- No estás como siempre. – dijo Zoro llamando la atención de su amiga – Hay resentimiento en tus movimientos.

- ¿Eh? – eso llamó la atención de Sanji, descubrió el pesar que había en los ojos castaños de ella y le preocupó de inmediato - ¿Qué ocurre, mi preciosa Kuina-chan?

- Nada. – envainó su espada, lista para dejarlo por hoy y en cuanto se dio cuenta tenía a Zoro frente a ella. En el año que había pasado, este había dado un buen estirón y era más alto que Kuina (igualando por fin a Sanji), por lo que le tocó elevar la barbilla sin dejarse amedrentar por su altura, ya que se mantenía invicta - ¿Qué?

- ¿Cuándo te irás?

- ¿Tantas ganas tienes de perderme de vista y así ser el mejor de Shimotsuki? – preguntó con una sonrisa torcida.

- Estás estancada. – respondió sin vacilar el peliverde – Tu padre ya hace tiempo que dejó de enseñarte técnicas nuevas, has llegado a tu límite de lo que puedes hacer por ti misma aquí y aunque me joda admitirlo, si no te enfrentas a gente de tu nivel jamás mejorarás. Quiero derrotarte en todo tu potencial.

- No digas eso. – intervino molesto Sanji levantándose también de su sitio ¿es que no entendía que con sus palabras podía hacer daño a la chica que le gustaba?

- Esto no es asunto tuyo, Rizado. – frunció el ceño echándole una rápida mirada. Sabía de sobra que Sanji no quería que Kuina se fuese, estaba enamorado de ella, pero si de verdad quería lo mejor para ella, le dejaría cumplir su sueño personal – Aquí no te convertirás en la mejor espadachina del mundo ¿o te vas a conformar con heredar el dojo?

- ... - apretó los dientes antes de responder – Mi padre no va a darme el Dojo. Dice que una mujer no puede ser maestra.

- ¿Qué? – se sorprendió Sanji – Eso... eso es una tontería. Eres la mejor de todos desde siempre, no entiendo como Koushiro puede negarte eso.

- Eso no importa, ella no quiere eso. – respondió Zoro molesto – Tu sueño no es solo ser la mejor de Shimotsuki, quieres ser del mundo entero ¿Por qué encerrarte en este pueblo cuando podrías demostrar que nadie puede superarte?

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