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Estoy sentada en el sofá con Noa, las dos estamos estiradas mirando una serie en la televisión. mos mirando Alguien está mintiendo. Ni se cuantas veces la hemos visto, pero a Noa le encanta. Yo ya la he aburrido. Nunca me llegó a encantar.

Hemos quedado para que yo le explicase lo que ha pasó con Pedro ayer.

Espera... ¿otra vez?

¿Y ahora porqué te ha dado con llamarlo Pedro?

Déjame.

Anoche me metí en la cama después de que mi hermano me dejara sola. Ni siquiera cené, cosa de la que me he arrepentido está mañana porque me he despertado con un hambre increíble.

No tengo que volver al trabajo hasta el martes —estamos a viernes— porque en estos entrenamientos no es necesario que seamos tantos. Como la temporada ha comenzado hace bastante, no se va a grabar tanto contenido como antes, por lo que hacen sorteos o simplemente seleccionan a los que no van a partidos.

La verdad es que prefiero retrasar el momento de volver a ver a Pedro lo máximo posible.

Otra vez...

El simple hecho de pensar en que lo veré y que no tendrá su mirada amable alegrándome, consigue que me sienta bastante débil y desganada.

No se lo que debe opinar el de mí en estos momentos. ¿Que pasa si realmente nunca le guste y solamente jugaba conmigo y, a la mínima que hemos tenido un problema, ha decidido dejar de hablarme? ¿Qué pasa si le he llegado a gustar, pero se da cuenta de que realmente no sienta nada por mí? ¿Qué pasa si eso realmente le ha afectado y no quiere volver a verme nunca?

Bueno, puede que esté exagerando, pero no me queda otra que pensar en que puede haber pasado, pues lo único que recuerdo es su cara inexpresiva. Realmente recuerdo ver algo en su expresión: Decepción.

No se que es peor.

Me vuelvo a concentrar en la serie cuando Noa vuelve del baño. Pero debe haber pasado por la cocina, porqu carga un paquete de oreos en su mano derecha. Nii okk me molesto en siquiera prestarle demasiada atención, pues lo más probable es que lo haya traído ella una de las mio veces que aparece por mi casa con una bolsa llena de snaks o chuches para que comamos mientras hablamos de algo.

— Toma — dice cuando se sienta a mi lado.

Me tiende el paquete una vez que lo ha abierto y ella ya ha agarrado una. Niego con la cabeza, rechazando su oferta. Ya debería estar llena teniendo en cuenta que he desayunado más de lo normal por no haber cenado.

— Clau, coge una — ordena, esta vez mirándome.

Se que aunque me niegue otra vez, terminará metiéndome una galleta en la boca por que no se fía de mi palabra sobre haber desayunado demasiado. No la juzgo. Le he mentido muchas veces en el pasado sobre el tema, cuando tuve problemas con la comida. Esta vez es distinto, siento el estómago cerrado por la incertidumbre de cómo se sentirá el canario, no porque mi cerebro me quiera hacer creer que ya he comido demasiado. Agarro una galleta y le intento sonreír, pero me sale más bien una mueca.

— Estas muy apagada — opina Noa, sin mirarme.

— Lo sé.

Me devuelve la mirada, con los labios apretados. Hemos estado hablando toda la mañana sobre el tema. Bueno, más bien a insistido en que me desahogue y ella me ha estado escuchando atentamente. Es lo que nos sirve cuando estamos mal alguna de las dos.

— Vale, pues recurriremos a la última alternativa — habla mientras se levanta del sofá —. Tenemos que salir para distraer esa cabecita.

La miro con el ceño fruncido.

Tu y yo | Pedri GonzálezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora