🌕𝓒𝓪𝓹í𝓽𝓾𝓵𝓸 4: 𝓔𝓵 𝓿𝓮𝓵𝓸 𝓭𝓮 𝓵𝓪 𝓷𝓸𝓬𝓱𝓮 Parte I🌕

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"Déjame en paz" sintiendo cómo su sonrisa desafiante encendía mi sangre.


"Dime quién eres y porque estoy aquí" mi sangre se calentaba al ver como las comisuras de sus labios formaban una sonrisa.


"¿Aún no lo sabes? el día que te encontré corriendo como un pequeño ciervo por el bosque, ¿no te diste cuenta?"


Mis ojos se abren en sorpresa, recuerdos de aquella noche brotan sin cesar yo soy aquello que tanto anhelaste eso fue lo que me dijo aquella noche. Tal y como si me hubiese leído la mente, ese hombre se transforma en aquel niño que se escondía entre los árboles aquella noche, como si me hubiese estado esperando


El hombre la miró con intensidad, sus ojos burdeos ardían con una oscuridad intrigante mientras decía en un murmullo profundo "Tus sueños y mis sombras se entrelazan en un destino ineludible. Déjame mostrarte el poder y la pasión que yace en la penumbra de mi mundo, donde solo tú puedes iluminar mi eternidad."


Y como si fuese un instinto, me acerque a él. Todo mi cuerpo temblaba, no se si era por el terror o por la adrenalina que corría por mis venas, la cual se intensificaba con cada paso que daba. Estaba tan cerca que podía sentir como su poder me engullía como una feroz bestia.


"De ahora en adelante, eres mía" un destello de luz brotaba de aquellos dos rubíes " Catherine, mi sombra eterna, no podrás escapar de mí. Estas condenada"


Ella lo miró con determinación, sus ojos brillando con una mezcla de desafío y fuerza. Con voz firme y segura, respondió "No pertenezco a nadie, mucho menos a ti. Mi destino es mío para forjarlo, y ningún poder oscuro puede reclamar lo que soy."


"Soy el Rey de las Profundidades y de los Reinos Perdidos" su voz se volvió más áspera y peligrosa, sin si quiera darme cuenta ambos dijimos al unísono "El tentador"


Las antiguas leyendas narraban las azas de un ser de pesadilla, que cabalgaba a lomos de Avernus, una gigantesca serpiente, su piel era como el vacío infinito de una noche sin estrellas, donde la oscuridad misma parecía cobrar vida y susurros de sombras se deslizaban entre sus pliegues.


Su poder escapaba de cualquier compresión humana, de su cuerpo podía brotar miles de cabezas, al igual que su cuerpo podía convertirse en sombras. El tentador, protagonizaba las canciones de los músicos, un demonio que poseía un abismal poder, en su sangre corría la mágia del mismísimo Asmodeo, creador del inframundo.


No solo podía matar con tan solo una mirada, según cuentan los antiguos libros, también contaba con la habilidad para seducir, esta era como una sombra que se deslizaba sin esfuerzo entre las grietas del deseo humano, envolviendo a cualquiera en un abrazo oscuro y persuasivo. El alza su mano para coger mi barbilla y acercarla a él con fuerza, atrapando su mirada en la oscuridad profunda de sus ojos. "Nada ni nadie puede negarme lo que es mío"


"No me importa quien eres, me da igual si eres un dios venerado o un ángel caído" apesar que una parte de mi cerebro deseaba separarse y salir corriendo, otra estaba en un hechizo que adoraba el terror, deseaba más y más.

El Reino de las MentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora