❁𝓒𝓪𝓹í𝓽𝓾𝓵𝓸 8: 𝓔𝓵 𝓮𝓼𝓹𝓮𝓳𝓸 𝓭𝓮 𝓵𝓪 𝓽𝓻𝓪𝓷𝓼𝓬𝓮𝓷𝓭𝓮𝓷𝓬𝓲𝓪❁Parte II

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La figura encapuchada se mueve con una gracia inquietante, como si estuviera en sintonía con las sombras que la rodean

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La figura encapuchada se mueve con una gracia inquietante, como si estuviera en sintonía con las sombras que la rodean. Sus pasos son silenciosos, y yo la sigo con el corazón acelerado, el eco de nuestros pasos resonando en los pasillos de piedra que parecen interminables. La celda se queda atrás, y con ella, el manto de terror y confusión que la había envuelto.


El aire se vuelve más denso a medida que avanzamos, cargado de una energía que me resulta tanto familiar como extraña. La figura me conduce a través de un laberinto de pasillos oscuros y torcidos, hasta llegar a una puerta de hierro oxidado. La puerta se abre lentamente, y un resplandor rojo y tenue emana del interior, iluminando las paredes con un brillo ominoso.


Entramos en una sala grande y circular, el suelo está cubierto de símbolos arcanos, y en el centro se erige un altar de piedra, cubierto con velas encendidas que proyectan sombras danzantes en las paredes. En el altar, hay un antiguo libro encuadernado en cuero desgastado y una serie de frascos que contienen líquidos de colores oscuros y siniestros.


De entre las sombras emerge una mujer que parece una figura sacada de una leyenda oscura. Sus cuernos negros, largos y curvados hacia atrás, son tan imponentes que parecen casi fusionarse con su enigmática cabellera, la cual cae en ondas largas y fluidas como la noche misma. Cada mechón brilla con un resplandor sutil, capturando la luz de manera que recuerda a las sombras danzantes.


Sus ojos son el aspecto más inquietante: de un rojo profundo, casi como la sangre fresca, y brillan con una intensidad que es tanto seductora como peligrosa. Su mirada fija es penetrante, como si pudiera ver a través de ti y desentrañar tus pensamientos más oscuros.


Al dar dos pasos hacia adelante, revela una figura voluptuosa, de curvas generosas y sensuales que destacan bajo la tenue iluminación. Cada movimiento está acompañado por un suave ondeo en su elegante túnica, que se ajusta a su cuerpo de manera que acentúa su presencia dominante.


A sus espaldas, unas enormes alas negras se despliegan con majestuosidad.


"Puedes irte," dice la mujer con una voz que es a la vez autoritaria y enigmática. La figura encapuchada se aleja rápidamente, dejando el lugar en un silencio cargado de expectación. La mujer hace un gesto elegante con la mano, invitándome a acercarme.


Cuando finalmente estoy frente a ella, su presencia es tan abrumadora que eriza todos mis sentidos. Mi piel se pone de gallina y un escalofrío recorre mi espalda.


"Creo que no nos hemos presentado aún," dice ella, su voz suave y enigmática. Al mismo tiempo, su mirada penetrante se clava en mí, y una sensación de vulnerabilidad se apodera de mí.

El Reino de las MentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora