¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
―He escuchado que los niños son lo más puro que existe, así que quiero probar esa hipótesis.―Puso sus manos detrás de su espalda.―Te haré tía, quiero que mis hijos con tu hermana me enseñen algo tan simple como sentir felicidad y emociones secundarias.―
La mujer estaba casi irreconocible, tenía hematomas y cortaduras.―Hmm.―Con dificultad, ladeó su cabeza.
―¿Aún no quieres cooperar? No soy reconocido por mi paciencia, más bien por mi falta de estómago.―La jaló del cabello. ―Te la haré corta si no aceptas, será tu culpa la masacre que sufrirá la familia de tu esposo y la muerte de tus hermanitas. Imagínalo, vivirás con la culpa de las almas perdidas.―
Quedó atónita, su mirada que reflejaba un sentimiento de vacío se iluminó de dolor y angustia. Ya ni siquiera lograba vocalizar, sentía su corazón estrujarse de tristeza por la mínima posibilidad de ser cómplice de algo tan espantoso.
―Jump, eres igual a tu hermana. He escuchado que la sangre es más espesa que el agua, ¿es por eso? ¿No quieres traicionar a la sangre de tu sangre? Pero si no me ayudas, se derramará la sangre de los inocentes. ¿Tu egoísmo es mayor que la vida de los demás?―
Apretó su puño hasta lastimarse y dejó caer su propia sangre en la cara de su víctima. ―Ves así de fácil como yo estoy herido, puedo hacer lo mismo con ellos, puesto que son simples peones, no más insignificantes que un puñado de malezas.―
Kanae no hacía nada, solo respiraba con pesadez. Él ya se había aburrido de su comportamiento de estatua. Pateó la pared y le sonrió tetricamente. ―Bueno, no es que te esté dando la opción de negarte, así que aunque sea en contra de tu voluntad, me servirás de chivo expiatorio.―Satisfecho, tatareo con alegría.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
8 días sin tener noticias de Kanae, cada minuto se le hacía una eternidad para el de cicatrices. Parecía recaer en la locura, ni siquiera quería salir de su despacho, afirmando que primero debía resolver el caso.
Sanemi estaba deplorable, sus labios cortados por haberlos mordido con insistencia, sus ojeras por pasar la cruda noche sin dormir, tratando de encontrar una respuesta. Su cabello más despeinado que de costumbre, su ropa desprolija y su notable delgadez.
