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Tomo su teléfono de su chaqueta de cuero negro y comenzó a marcar con tranquilidad mientras tomaba té en su oficina.
―¿Hola, Douma?―
―Kaigaku, mi querido amigo, ¿qué cuentas?―
―Tch, ¿qué necesitas?―
―Veo que me conoces muy bien, pequeño hacker.― Se meció en su silla. ―¿Tienes lo que te pedí hace dos días?―
―Sí, acabo de poner toda la información en un folio.―
―Excelente, ven hoy a la cafetería que te mencioné a las 19:20 pm.―
―Sí, lo que sea, estaré allí.―
―Jeje, sayonara.―El pelinegro solo cortó la llamada.―Que mala educación.― Tomó un trago de su infusión.―No importa.―
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Mecía sus pies en el aire, era extraño el hombre que siempre estaba acosándola, ahora tenía compañía y se encontraba a como 7 mesas de distancia.
En el fondo, Douma parecía no importarle lo suficiente como para tapar su cara, pero su acompañante, de suerte, se le veían los ojos. Suspiró exasperada, no le dio más vuelta al asunto.
Recibió la notificación de Kanroji exclamando que ya estaba llegando y sus 30 disculpas por su tardanza. A los 10 minutos, ya estaba ahí, sudada de tan correr.
―Shinobu-Chan.―Balbuceó con esfuerzo.
―Mitsuri-San, tranquilízate, toma asiento, respira hondo y luego hablamos.―La nombrada acató sus palabras y undio su cabeza entre sus brazos.
―Creí que llegaría a tiempo, pero tan pronto note la hora, salí como un tiro de mi casa, casi piso a uno de mis gatitos.―
―No tenías que ponerte así, no importa si llegabas 3 horas tarde, no me molesta.―Mentira, odiaba la impuntualidad, pero como era ella, se lo pasaba.
Tomo las manos de su amiga, encerrándolas entre las suyas.―De verdad estoy muy apenada por haber tardado tanto.―Infló sus mejillas, que habían acogido un tono carmín por la vergüenza, la pelivioleta negó dulcemente con la cabeza.
