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Un ramillete de flores, apretado con fervor en su puño, resistió la suave caricia del viento estival. Se acercó a su madre, hincando la rodilla en la tierra, y la observó con ojos expectantes.
―Madre, ¿crees en el renacer de las almas?―
Alzó la cabeza con rapidez.―¿Eh? ¿Quién te ha enseñado eso?―
―La televisión.―
―¡Ay, tendré que controlar qué imágenes te muestran!―
―Pero tú crees, ¿verdad?―
―Sí, mi niño.―
―Entonces, ¿los sueños que tengo son recuerdos de mi vida anterior?―
―¿Qué sueñas, corazón?―Volvió a concentrarse en la tarea de arrancar las malas hierbas.
―Una joven hermosa, pero pequeña. Estoy seguro de que ella me amaba, como yo la amaba a ella.―
―Oh.―
―¿Crees que la volveré a encontrar?―
―Parece una historia de amor. Estoy segura que ha vuelto a nacer en esta época. Están destinados a reencontrarse.―
―Lo sé.―
―¿Me pasas la pala?―Sintió una mano sobre su hombro.
―Deja de llenarle la cabeza de fantasías al niño.―
―Ah, hola, padre.―Saludo el menor.
―No te quedes ahí parado.―
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