11. Un trato con el diablo

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La expresión en el rostro de Hinata mostraba terror puro. Se sostenía del brazo de la pelirroja escondiendo su cuerpo detrás de ella. Veía despavorida lo que estaba pasando, el cómo pelaban y discutían por ella.

Excluyendo a Naruto, era la primera vez que el resto del club conocían a la famosa hermana de Neji, incluso las chicas que estaban con ellos se sintieron celosas por lo linda que era ella. Naruto jamás mintió respecto a que parecía un ángel, pero justo en ese momento, se miraba mil veces mejor. Llevaba un vestido corto de tirantes color blanco con tenis del mismo color, un atuendo que jamás había visto en ella, más el cabello sujeto en media cola por un moño rosado. Sin duda, era como ver a un ángel entrar al infierno.

—Hinata, ¡¿Qué haces aquí?! —vociferó horrorizado Neji

Hinata soltó a Karin y corrió hacia adentro de la habitación, empujó a Neji haciéndolo a un lado hasta llegar a donde estaba Naruto en el sofá. Se acuclilló frente a él, tocando delicadamente su rostro dañado por tanto golpe.

—¿Te encuentras bien? —le dijo con autentica preocupación, puso su atención en su hermano, con su rostro colorado no sabía si por vergüenza o rabia—. ¡Eres un salvaje, Neji Hyuga!

—Hinata, yo no quise.

—No digas nada, sólo pásame el botiquín.

Todos permanecían en silencio, observando cómo la pequeña mujer de piel delicada manejaba a dos hombres más grandes y peligrosos que ella.

Neji recibió el botiquín de primero auxilios que Kiba le ofrecía, él conteniendo la carcajada, mientras el castaño amenazante le advirtió con la comunicación no verbal que se contuviera.

Le entregó el material a su hermana y retrocedió unos pasos, incrédulo de cómo Naruto sobreactuaba el dolor para que Hinata se preocupara más. Lo conocía perfectamente, estaba seguro de que esos golpes no eran nada para él. Sin embargo, ahí estaba, como si estuviese viendo la luz al final del túnel.

—Les pido por favor que me dejen a solas con él.

Hubo un silencio sepulcral, Naruto suprimía una sonrisa, dándose cuenta de que la dulce chica tenía un poder manipulador sorprendente sobre la gente como él.

—Bien, ya la oyeron. Afuera todos —ordenó Obito. Haciendo que todos salieran, esperando ser el último—. Tú también —Tomó del brazo a Neji hasta sacarlo de la habitación—. Siéntete como en tu casa, reina.

Una vez con la puerta cerrada, Hinata golpeó levemente el brazo de Naruto.

—¡¿Qué crees que haces?!

—¡Auch! —Naruto se quejó—. Estoy esperando ser curado por ti. Ve acostumbrándote porque ya que nos casemos vas a tener que hacerlo seguido.

Le propino otro golpe, esta vez un poco más fuerte.

—¡Estás loco! —Abrió el maletín de primero auxilios, tomando una gasa empapándola en alcohol—. En todo caso, jamás volverías a las peleas.

—¿Eso es un tal vez nosotros?

—Yo no dije eso. Deja de moverte —Le pidió una vez puso la gasa sobre su labio abierto. Sacó una aguja y enhebró el hilo de sutura, que suponía lo usaban con frecuencia en ese lugar—. ¿Qué obtienes haciendo esto?

—Tu atención.

—No te creo.

—¿Por qué te es tan complicado confiar en mí?

—¿En serio lo preguntas? Después de todo lo que has ocasionado. Entendí que tus promesas no valen nada. Dime la verdad.

—Bien, te diré. Para empezar, sí iba a ir a tu estúpido baile, pero como podrás ver tuve algunos inconvenientes.

—Eso no me importa. Quiero que me expliques porque mientes sobre nosotros.

—Sonará estúpido.

—Eso lo decido yo.

—Bien... Quiero que seas mi guardaespaldas.

—¿Qué?

—Sólo escucha, ¿sí? Tienes súper fuerza, si yo te enseñara combate, o defensa personal, serías una maquina aniquiladora. Podrías incluso ganar millones en peleas.

Hinata rió como si lo que escuchó se tratase de una broma. Luego, por la seriedad de Naruto se dio cuenta de que realmente hablaba en serio. Era eso, o creer que realmente deseaba tener una relación con ella.

—Sí estás loco.

—Sólo, piénsalo, ¿sí? Te quiero ayudar a sacarle provecho a ese don.

Sujetando sus manos entre las suyas, apareció de nueva esa mirada abrazadora en él, suplicante, necesitada de algo que no se atrevía a averiguar. Tampoco le ayudaba su debilidad ante los ojos azules.

—Deja de hablar, voy a coserte.

Fueron necesarias dos puntadas. También fue el pretexto perfecto para que el silencio le ayudara a organizar sus pensamientos, fuera de la música y el escándalo de afuera, Naruto podría ser la persona indicada en ayudarle a controlar algo que no desea, además de que era el único ser humano que conocía su secreto. Ató el nudo al final, puso las cosas de regreso en su lugar, luego regresó su atención a Naruto, rogando por no arrepentirse por lo que iba a hacer.

—Acepto. Pero con una condición.

Naruto sonrió triunfante, ni siquiera la herida o el moretón en el ojo se lo impidieron.

¿Qué podría pedirle?


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