4. Mejor mátame

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Naruto cumplió con su palabra. No habló durante todo el camino, por el contrario, se mantuvo observando por la ventana mientras Hinata conducía. 

¿Cómo fue posible que hubiera caído tan fácil y rápido ante los encantos de esa mujercita? La pregunta sin respuesta no abandonó su cabeza hasta que ella la ocupo con narraciones sobre un supuesto reencuentro de su grupo favorito, One... algo. Incluso, en algún momento de su aburrida historia, le pareció que estuvo a punto de llorar. Pero lo peor vino cuando Hinata quiso mostrarle las canciones y entonces las puso en el estéreo en un volumen considerablemente alto y comenzó a cantarlas.

-¡Baby say yeah, yeah, yeah! ¡Yeah, yeah! ¡And let me kiss you!

¡Él era el tipo malo! ¡Un motociclista que se hacía respetar! ¡No podía ir en un carro de Barbie, con una princesita, escuchando música que, de escucharse en el club, provocaría un seguro asesinato!

Naruto, cansado de la situación y al borde de tirarse por la ventana, estiró su brazo para alcanzar el botón de encendido de la caratula del estéreo. Antes de llegar si quiera a rozarlo, el de nuevo increíblemente fuerte apretón de la mano de Hinata le hizo estremecerse en su asiento.

-¿Qué haces?

-¡Deja de tratar de romperme el brazo! -Le gritó. Hinata se dio cuenta de la presión y lo liberó de inmediato.

Naruto no se molestó en ocultar una mueca de dolor esta vez. Se tomó la muñeca con la otra mano y la masajeaba mientras se giró de nuevo hacia la venta.

-Te pido una disculpa por no medir mi fuerza, pero tienes que entender que la música la controla quien conduce, ¿estás de acuerdo?

-Debí dejarte ir sola... -murmuró aun sin darle la cara.

Para mala suerte de Naruto, la tarde-noche pudo ir de mal en peor.

Cuando escuchó un sonido espantosamente familiar, supo de inmediato que se trataba del rugir de motocicletas. Entonces la mala fortuna de nuevo lo abofeteaba en la cara. Justo cuando el coche Barbie se detuvo en una luz roja, varios motociclistas -conocidos- se detuvieron a los costados.

Uno de ellos, el que estaba al lado de su ventana, hizo un gesto de tomar un sombrero imaginario y alzarlo: -Señoritas -dijo, para después soltar una carcajada junto al resto de sus acompañantes.

-Estás muerto, Sasuke -Naruto afirmó para sí mismo. En un intento de contener la vergüenza, se cubrió medio rostro con la palma de su mano. Mejor se concentró en la luz roja que parecía tortuosamente eterna, en lugar de prestar atención a la bola de inútiles que los rodeaban. También trató de ignorar el hecho de que Hinata seguía cantando y los sujetos a su alrededor hablaban en voz muy alta sobre lo encantadoras que eran las chicas dentro del beetle rosa.

El motociclista que estaba al lado de Hinata tocó ligeramente el cristal con los nudillos para que ella lo bajara. Hinata pensó que el hombre, al parecer amigo de Naruto, no era malo porque le vio sonreír amablemente.

Cuando Naruto se percató de todo eso ya era tarde, ya había bajado el vidrio.

-Oye, muñeca, ¿cómo se llama tu amiga? La rubia rica de ahí. Quisiera que me prestara sus suaves labios para una...

Actuó demasiado rápido. Hinata miraba impresionada la velocidad con la que Naruto se estiró por encima de su cuerpo hasta tomar al tipo del cuello de la camisa y colocarle un objeto filoso en el cuello.

-Te lo advierto, Suigetsu... -le dijo, con una furia palpable en su voz.

Hinata se paralizó. Podría aventar con facilidad a Naruto lejos de ella por su atrevimiento, pero no quería que más personas descubrieran su secreto.

-Relájate, Naruto. Era una broma, sabes que no eres mi tipo. -La presión de la cuchilla en su cuello le impidió seguir hablando. Cuando el peliblanco sintió una pequeña cantidad de líquido correr por la piel exterior de su garganta, entonces supo que Naruto hablaba en serio.

-No vuelvas a hablarle de esa forma, ¿entendido?

-Claro -Hasta entonces comprendió que Naruto no se sintió personalmente ofendido. Su enojo radicaba en que posiblemente hizo sentir incómoda a su acompañante.

-¡Naruto, por favor, contrólate! Regresa a tu asiento, o tendré que intervenir.

Suigetsu consideró reírse ante la orden y el como Naruto, el hombre de temer que la semana pasada había ganado una pelea callejera a golpe limpio, ahora se mostraba como un cachorro acobardado por su ama.

Gracias al cielo, para Hinata, la luz ya estaba en verde y podían avanzar dejando atrás a los malos hombres que se burlaron de Naruto por cosas que no comprendía.

Después de avanzar un par de cuadras en completo silencio, al fin llegaron.

A Naruto nunca antes le había agradado tanto por fin llegar a casa de Mei. Y de algo estaba seguro cuando se bajó del beetle rosa: jamás se volvería a subir. Y si Hinata volvía a insistir, la única forma posible sería que lo llevara escondido en el maletero.

Strong GirlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora